¡No te olvides de la pasta de dientes!
Rubí y Silvia saltaron de sus camas. ¡Era el primer día del campamento! Silvia miró el reloj: todavía les quedaba una hora antes de salir. Ella pasó inquieta y moviéndose como si estuviera a punto de estallar.
Por otro lado, Rubí se sentó pacientemente en el desayuno, con una mano en su taza y con un libro en la otra. Silvia estaba demasiado emocionada para leer, así que empezó a practicar su rutina de danza.
—Y a la derecha, dos, tres, cuatro, salto, dos, tres, cuatro, vuelta…
De repente, se oyó el ruido de algo que se rompía y sintieron el salpicón del té derramado. El brazo de Silvia, en sus volteretas, derribó la taza de Rubí.
—¡Silvia! ¡Acabas de derramar el té en mis pantalones! —la cara de la niña se puso roja con la ira—. ¡Mi libro! —chilló—. ¡Está empapado! ¡Eres una boba!
Ella salió de la habitación dando pisotones. Silvia se sentía muy herida.
—Bueno, ¡al menos no soy un aburrido ratón de biblioteca que tiene la cabeza en las nubes! —le gritó.
En poco tiempo llegó la hora de salir. En el automóvil había un silencio sepulcral.
—Niñas, ¿qué les parece si se piden perdón y comienzan desde cero? —sugirió su madre—. ¿O preferirían llegar al campamento con una nube negra sobre sus cabezas?
Silvia fue la primera en hablar.
—Rubí, perdóname por mojar tu libro. Y perdóname por decirte cosas feas.
Rubí suspiró.
—Perdóname, Silvia. Me enojé y fui muy cruel.
Cuando llegaron al campamento, las dos hermanas estaban conversando y riendo otra vez. Mientras mamá las abrazaba para despedirse, ella sacó un tubo de pasta de dientes de su bolsillo.
—¡Casi se olvidan de esto! —exclamó, entregándole la pasta de dientes a Rubí—. ¿Saben? Su abuelo una vez me dijo que las palabras dichas sin amor se parecen a la pasta de dientes. Salen muy fácilmente, ¡especialmente cuando la vida nos aprieta!
—¡De la vida real! —comentó Rubí.
—Pero el problema —continuó su madre—, es que una vez que salen esas palabras crueles, nunca podemos volverlas a meter.
—¿Igual que la pasta de dientes? —preguntó Silvia.
—Exactamente —afirmó mamá—. Sin embargo, a diferencia de pasta de dientes, que siempre sale cuando la aprietas, sí pueden controlar las palabras que salgan de sus bocas. Ya que conocen a Jesús, Él les da el poder de elegir sus palabras con sabiduría y amor, aun cuando se sientan enojadas o heridas. Así que, la próxima vez que no estén de acuerdo, ¡no se olviden de la pasta de dientes!
ANGELA JELF
ELIGE TUS PALABRAS CON SABIDURÍA
VERSÍCULO CLAVE: SALMO 141:3
SEÑOR, PON GUARDA A MI BOCA; VIGILA LA PUERTA DE MIS LABIOS.
¿Alguna vez has dicho algo de lo que te has arrepentido? Es tan fácil decir cosas sin amor cuando nos sentimos enojados o frustrados, ¿verdad? La Biblia nos dice que, a pesar de la lengua es una parte tan pequeña del cuerpo, puede hacer un gran daño. Así que recuerda que, si confías en Jesús, Él ha puesto Su amor en tu corazón y te da el poder de controlar lo que dices. Confía en que el Señor te ayudará a mantener tu lengua controlada y a elegir tus palabras con sabiduría.
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