No más peso
—¡Anabela! —la voz de su madre sonaba muy severa—. ¡Te dije que era hora de comer!
La niña bajó corriendo a la mesa. Notó que su madre no se estaba portando tan paciente como antes que su papá se fuera de la casa. Ahora siempre se veía cansada y triste.
—Lo siento —expresó Anabela mientras se sentaba en la silla—. No tengo mucha hambre —su voz temblaba—. Me preocupa pensar en cómo viviremos hasta que encuentres un trabajo, y quiero sacar mejores notas para que estés más feliz. He tratado de limpiar todo lo que ensucio para que no tengas que gritar —las lágrimas empezaron a bajar por las mejillas de Anabela—. Me preocupa que papá no regrese después de la separación.
Mamá suspiró.
—Yo también me preocupo. Pero eso no justifica la forma en que te he tratado —ella se levantó y abrazó a su hija—. Lo siento, Anabela. No fue mi intención ponerte esa carga.
—¿Hay alguien en casa? —interrumpió una voz fuerte y alegre desde la puerta de la cocina.
—¡Tío Juan! —Anabela dio un brinco para saludar a su tío favorito… y después apuntó sus muñecas y tobillos—. ¿Por qué traes esas cosas encima?
—¿Te refieres a mis pesas? —el tío Juan levantó su brazo para que su sobrina pudiera ver mejor—. Me estoy poniendo en forma para la maratón, así que uso estas pesas cuando corro. Me ayudan a desarrollar más fuerza —explicó—. ¡Pero te aseguro que no las usaré durante la carrera!
Después de una visita corta, el tío Juan se fue para seguir con su entrenamiento.
—No me puedo imaginar cómo sería ponerme pesas así —comentó Anabela mientras veía cómo su tío desaparecía al doblar la esquina—. Correr ya es difícil sin ese peso.
—Estoy de acuerdo —afirmó mamá, poniendo su brazo alrededor de la niña—. Creo que tú y yo también estamos usando pesas, pero las nuestras no son útiles, como las del tío Juan. Me parece que nuestros corazones están cansados de toda la preocupación que hemos estado cargando.
Anabela suspiró.
—Qué mal que no podamos quitarnos las pesas como el tío Juan.
—Pero las nuestras también pueden desaparecer —declaró mamá—. Jesús nos dice que le entreguemos nuestras preocupaciones, y me preguntó por qué esperé tanto para hacerlo. Oremos ahora mismo y pidámosle al Señor que lleve este peso por nosotras. Él nos ama y promete cuidar de nosotros, y podemos confiar en que Él nos ayudará en esta situación.
NANCE E. KEYES
ENTREGA TUS PROBLEMAS A DIOS
VERSÍCULO CLAVE: 1 PEDRO 5:7 (NTV)
PONGAN TODAS SUS PREOCUPACIONES Y ANSIEDADES EN LAS MANOS DE DIOS, PORQUE ÉL CUIDA DE USTEDES.
¿Tu corazón está cargado con preocupación por tu familia, la escuela o el dinero? ¿Te parece que no hay solución a los problemas que afrontas? Necesitas la ayuda de Dios. Acude a Jesús cada vez que te sientas cargado por algo que esté pasando en tu vida. A Él le importa. Jesús tomó el peso de nuestro pecado sobre Sí mismo, para ofrecernos descanso. El Señor te ayudará con cualquier cosa que te esté perturbando. Entrégale tus cargas, grandes o pequeñas, y Él las llevará por ti.
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