No dejes que el enojo tome el control
«No hice nada malo», pensó Hortensia mientras miraba fijamente la televisión, limpiándose las lágrimas. Su padre nunca le gritaba así. Solo estaba cantando. Antes él le había dicho que le encantaba oírla cantar.
—¿No vas a comer con nosotros? —el hermano mayor de Hortensia asomó la cabeza en la habitación.
La niña negó con la cabeza.
—No tengo hambre.
—¿Qué pasa? —Miguel caminó hacia ella.
El hermano mayor de Hortensia era adolescente. Seguramente él pensaría que era una mensa por estar llorando.
—No pasa nada.
—Algo anda mal, hermanita —Miguel se sentó a su lado—. Suelta la sopa.
—Está bien —Hortensia cerró los ojos—. Papá me gritó en el auto. Me dijo que me calle la boca.
—¿Qué? —Miguel se veía impactado.
—Solo estaba cantando. Y se supone que no debemos decir cosas así —Hortensia se puso a llorar otra vez.
Miguel la abrazó.
—Puedo guardarte un poco de la cena, en casi de que tengas hambre más tarde.
Hortensia descansó en el sillón con sus ojos cerrados. Las palabras de su padre se repetían una y otra vez en su cabeza, hasta que oyó pasos que entraban la habitación. Ella abrió un poco los ojos mientras su papá se arrodillaba en el piso, junto al sillón.
—Miguel me dijo que estás triste —dijo su padre—. Estaba muy estresado en el automóvil. El tráfico estaba terrible y estaba tratando de enfocarme —él la peinó cariñosamente—. Debí haberte pedido de buena manera que hicieras silencio, en lugar de gritarte.
—Heriste mis sentimientos —expresó Hortensia.
—Lo sé y lo siento —papá suspiró—. Es como las veces en que te enojas si tu hermano hace mucho ruido mientras tratas de practicar para tu recital. A veces dejamos que el enojo nos controle cuando estamos nerviosos y decimos cosas hirientes. Pero no tenemos que dejar que eso suceda. No tenemos que dejar que eso suceda. Podemos confiar en que Dios nos ayudará a controlar nuestro enojo, en lugar de dejar que nos controle.
Hortensia sabía que su padre tenía razón. A veces se enojaba también cuando estaba estresada. Era solo que no se lo había esperado de él.
—Si Dios nos ayuda a controlar nuestra ira, ¿por qué dejaste que te controle el enojo?
El padre sonrió a su hija.
—No soy perfecto. Dios sigue trabajando en mí. Hoy dejé que el enojo tome el control, pero me alegra que siempre puedo depender de Dios para que me perdone y me ayude a mejorar. Espero que también me perdones.
EMILY ACKER
NO PERMITAS QUE EL ENOJO TE CONTROLE
VERSÍCULO CLAVE: PROVERBIOS 16:32 (NVI)
MÁS VALE SER PACIENTE QUE VALIENTE; MÁS VALE EL DOMINIO PROPIO QUE CONQUISTAR CIUDADES.
¿Hay veces en que dejas que el enojo te controle? ¿A veces gritas o dices cosas hirientes? Aun los adultos luchan con el enojo a veces.* Pero, como cristianos, no debemos permitir que el enojo nos controle. A través del poder del Espíritu Santo, podemos controlar lo que decimos y hacemos cuando nos sentimos enojados. Recuerda que Dios está trabajando para hacerte más como Jesús, y confía en que Él te ayudará a controlar tu enojo.
*Si un adulto te hace daño porque no puede controlar su enojo, cuéntaselo a otro adulto que pueda ayudarte.
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