Llueve, llueve, llueve

Bernabé lanzó su mochila encima de las otras que estaban en la cajuela del automóvil y cerró con fuerza la puerta trasera del automóvil.

—¡Guácala! ¡Qué asco! —exclamó al ver la suciedad que cubría sus manos—. Oye, papá, ¡creo que es hora de lavar el auto!

Su padre asintió.

—Está muy sucio. No noté que estaba tan mal, hasta ahora —él apuntó a la hermanita menor de Bernabé, Aurora, que estaba dibujando caritas felices en la ventana del automóvil con su dedo—. Bueno, al menos nuestro sucio carro hará sonreír a otras personas en el camino —él sonrió a su hijo—. Entonces tú y Aurora podrán lavarlo cuando regresemos.

Al llegar al campamento, armaron su carpa y almorzaron. Bernabé esperaba con ansias poder caminar en algunos de los senderos cercanos, pero, de repente, el cielo se oscureció y empezó a caer la lluvia. Todos se acurrucaron en la carpa y cerraron la puerta.

Bernabé suspiró al escuchar cómo las gotas de lluvia chocaban con la lona de su tienda de campaña.

—¿Por qué tuvo que llover hoy? ¡No podremos hacer ninguna de las cosas que teníamos planeadas!

—Bueno, tendremos que sacarle el mejor provecho a la situación —sugirió papá.

Un rato más tarde, la lluvia se detuvo y se aventuraron a salir de su carpa.

—¡Mis caritas felices desaparecieron! —se quejó Aurora, apuntando al automóvil.

—Así veo —afirmó su padre—. ¡No he visto el auto así de limpio en mucho tiempo! —él guiñó el ojo a Bernabé—. ¿Ves? Eso es algo bueno de la lluvia, ¿no crees? Ahora tú y Aurora no tendrán que lavarlo cuando lleguemos a casa.

Bernabé sonrió.

—Supongo que eso hace que valga la pena haber estado encerrados una hora.

Papá asintió.

—Eso me recuerda a una canción que cantaba en la iglesia cuando era niño, que decía que la sangre de Jesús lava nuestro pecado. Cuando era chico, vivíamos en una calle de tierra, así que nuestro automóvil siempre estaba sucio. Pero cada vez que llovía, toda la tierra era lavada, y pienso en esa canción, en cómo Jesús lavó todos mis pecados cuando murió en la cruz.

Esa noche, cuando Bernabé oyó que más gotas de lluvia golpeaban la carpa, recordó que cada uno de sus pecados era lavado por Jesús.

CAROL ALBRECHT

JESÚS LAVA EL PECADO

VERSÍCULO CLAVE: 1 JUAN 1:7

LA SANGRE DE JESÚS SU HIJO NOS LIMPIA DE TODO PECADO.

¿Tus pecados han sido lavado? ¿Te has dado cuenta de lo maravilloso que es que Dios esté dispuesto a perdonarte por todas las cosas malas que has hecho? Jesús tomó voluntariamente el castigo por tu pecado y derramó Su sangre en la cruz, para que tus pecados puedan ser lavados. Confía en el Señor y Él te perdonará y te limpiará. (Haz clic aquí para que conozcas las Buenas Nuevas que Dios tiene para ti).

Clave de Hoy
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