Hacer un lugar
Evaluna escuchaba a su maestra de escuela dominical, que estaba contando la historia de Navidad.
—María tenía una enorme barriga porque el niño Jesús estaba por nacer —explicó la señora Quintana—. Pero aun con su gran barriga, María y José tuvieron que hacer un largo viaje hasta Belén. En ese tiempo no había automóviles, autobuses ni aviones, así que María y Jesús tuvieron que irse caminando toda esa distancia.
«Deben haber estado muy cansados cuando finalmente llegaron», pensó Evaluna.
—A ver, niños, levántense —indicó la señora Quintana—. Vamos a fingir que somos María y José.
Evaluna y su clase siguieron a su maestra. Caminaron por toda la iglesia y, de vez en cuando, se detenían en alguna puerta imaginaria.
Toc, toc, toc.
—¿Tienen lugar para que podamos quedarnos? —preguntaban los estudiantes.
Pero todas las veces, la señora Quintana respondía:
—¡No! No hay lugar para ustedes.
Evaluna se sintió triste. «¿Por qué nadie hace un lugar para María y José? ¿Por qué no hacen un lugar para el niño Jesús?»
—María y José finalmente encontraron un lugar dónde quedarse en un establo —señaló la señora Quintana cuando regresaron a su aula—. Ahí nació Jesús —el abuelo de Evaluna tenía un establo y ella sabía lo frío y apestoso que podía ser ese lugar—. Jesús vino esa noche a la tierra porque nos ama tanto a todos —aseguró la maestra—. ¿Lo han escuchado golpear a la puerta? ¿Han hecho un espacio para Él en su corazón? ¿Han confiado en Jesús como su Salvador?
«Yo confío en Él», pensó Evaluna.
Un par de semanas más tarde, los padres de Evaluna le dijeron que tenían que platicar con ella de algo importante:
—Hija —expresó papá—, ¿cómo te sentirías si otro niño viviera a vivir con nosotros? —él explicó que había niños en orfanatos que necesitaban hogares de acogida, seguros y amorosos, para vivir.
—Nos gustaría que nuestro hogar sea uno de esos lugares seguros —afirmó mamá.
—No será fácil —agregó su padre—. Tendrás que compartir tus juguetes, tus útiles escolares y también nuestro tiempo y atención.
Evaluna pensó en su lección de la escuela dominical. Meditó en cómo Jesús nació en un establo apestoso porque amaba tanto a las personas. Ella había hecho un lugar para Jesús en su corazón, y sabía que Él quería que hiciera espacio para otras personas también.
—¡Sí! —exclamó Evaluna—. ¡Hagámoslo!
KATE RIETEMA
HAZ UN LUGAR PARA JESÚS
VERSÍCULO CLAVE: LUCAS 2:7
Y DIO A LUZ A SU HIJO PRIMOGÉNITO; LO ENVOLVIÓ EN PAÑALES Y LO ACOSTÓ EN UN PESEBRE, PORQUE NO HABÍA LUGAR PARA ELLOS EN EL MESÓN.
¿Has confiado en Jesús como tu Salvador? Hacer un lugar para Él en tu corazón cambia toda tu vida, porque el Señor te llena con amor para otros. ¿Cómo puedes demostrar a los demás el amor de Jesús esta Navidad? Tal vez podrías invitar a una familia nueva a tu casa, hacer tarjetas para llevarlas a un asilo de ancianos, o invitarle a algún vecino para que vaya contigo a la iglesia. ¿Qué otras ideas se te ocurren? Ora por esto con tu familia, ¡y después háganlo!
Leave a Reply
Want to join the discussion?Feel free to contribute!