Grande o pequeño
“¿Ya terminaste de limpiar tu habitación?”, preguntó mamá cuando Pierina salió al patio para acompañarla. La niña asintió, pero evitó mirar a su madre a los ojos. No había limpiado su habitación, pero tenía la intención de hacerlo antes que ella pudiera comprobarlo más tarde.
Pierina saludó a la niña vecina. “¿Sabes, mamá? A veces parece que Sara siempre está haciendo algo malo. A veces hace trampa cuando jugamos, ¡y dice unas mentiras tremendas!”
“Qué mal”, comentó su madre, “pero tú también pecas a veces, ¿verdad?”
“Bueno… sí”. Pierina recordó la mentira que acababa de decir, pero le parecía tan pequeña. “Además, no es una mentira en sí”, pensó. “Solo hice un gesto con la cabeza”. Y luego añadió: “Pero las cosas que yo hago no son tan malas como las que hace Sara”, dijo en el momento que su hermanita, Elina, salió de la casa.
“Mami”, gritó Elina. “¿Puedo…?” Su pregunta terminó con un quejido, ya que la niña se cayó. La madre y Pierina corrieron a ayudarla. “Me duele el pie”, lloriqueó la Elina. Después de averiguar qué ocurrió, descubrieron que la pequeña había pisado con sus pies descalzos una piedrita afilada.
Después de curar a Elina, mamá se volvió a Pierina. “Te comparaste a ti misma con Sara, pero no creas que tus pecados son menos importantes que los de ella ante los ojos de Dios. La Biblia dice que si quebrantamos una partecita de la ley de Dios, somos tan culpables como si la hubiéramos quebrantado toda”.
“¿Cómo puede ser eso posible?”, preguntó Pierina. “No entiendo”.
Mamá sostuvo la piedrita que pisó Elina. “Esta es una roca diminuta, pero hirió a tu hermana y le hizo caer, del mismo modo que una piedra grande, si se hubiera tropezado con ella. Lo mismo pasa con el pecado. Ante los ojos de Dios, no hay pecados grandes o pequeños. Simplemente el pecado es pecado”.
Pierina frunció el ceño. “Entonces, ¿me conviene más hacer lo mismo que hace Sara porque a Dios le da igual?”
“No, pero en lugar de apuntar con el dedo a otros, debes confesar tus propios pecados a Jesús. Nuestro pecado nos hace tropezar y caer, pero Jesús nos levanta nuevamente. Él nos perdona”.
Pierina se quedó en silencio por un momento. “No es verdad que limpié mi habitación”, confesó. “Lo siento. Ahora mismo lo voy a hacer”. La niña miró a su mamá. “Y ahora pensaré dos veces antes de decir que soy mejor que los demás”. — DEBORAH S. MARETT
DIOS ODIA EL PECADO
VERSÍCULO CLAVE: SANTIAGO 2:10 (NVI)
PORQUE EL QUE CUMPLE CON TODA LA LEY, PERO FALLA EN UN SOLO PUNTO YA ES CULPABLE DE HABERLA QUEBRANTADO TODA.
¿Crees que los pecados son grandes o pequeños? Dios no los mira así. Para Él, el pecado simplemente es pecado, y todo el pecado es detestable para Él. Por eso envió a Su Hijo, Jesús, a salvarnos del pecado, para que podamos ser perdonados. Ninguno de nosotros tiene el derecho de pensar que somos mejores que los demás. En lugar de criticar a otros, mira los pecados en tu propia vida. Luego confiésalos delante de Jesús.
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