El rescate de la tortuga
Clarita se sentó en asiento del automóvil de su madre y sonrió avergonzada.
—Perdón por hacerte esperar. Quería practicar una vez más.
Mamá sonrió.
—Hoy es el día que recitas el Salmo 23 frente a tu clase de escuela dominical, ¿verdad?
—Sí —afirmó Clarita con un suspiro—. Pero, por alguna razón, siempre me olvido del cuarto versículo.
—¿Qué tal si lo practicas conmigo? —sugirió su madre, antes de encender el automóvil y tomar la larga carretera que las llevaba a la iglesia.
La cara de Clarita se iluminó.
—¡Claro! —la niña aclaró su garganta—. El Señor es mi pastor, nada me faltará. En lugares de verdes pastos me hace descansar; junto a aguas de reposo me conduce. Él restaura mi alma; me guía por senderos de justicia por amor de Su nombre. Aunque… aunque pase… —la niña negó con la cabeza—. No sirve de nada. Siempre lo olvido. ¡Mamá! ¡Detente!
La madre aplastó los frenos y el automóvil se detuvo con un tirón.
—¡Mira! —exclamó Clarita, apuntando a algo que estaba fuera del parabrisas—. ¡Es una tortuga!
Y en verdad, una pequeña tortuga con caparazón gris verdoso estaba caminando lentamente para cruzar la carretera. Clarita sacó un par de guantes que tenía bajo su asiento y abrió la puerta.
—La llevaré a un lugar seguro antes que le atropelle algún carro.
—Solo ten cuidado del tráfico —respondió su madre.
Clarita se acercó a la tortuga por detrás, sostuvo con firmeza su caparazón con ambas manos y la levantó en el aire.
—Espera, amiguita —dijo en voz baja.
La niña caminó rápidamente hacia el lago que había al otro lado de la carretera. En pocos segundos, la tortuga estaba sana y salva, nadando entre los nenúfares.
Cuando Clarita volvió al automóvil, estaba sonriendo de oreja a oreja.
—Adivina… ¡Ya recuerdo el siguiente versículo! «Aunque pase por el valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque Tú estás conmigo; Tu vara y Tu cayado me infunden aliento».
Mamá rio.
—Esa tortuga literalmente estaba andando por el valle de la sombra de muerte, ¿no crees?
—Sí —aseguró Clarita—. Y así como Jesús siempre está aquí para ayudarnos a Sus hijos en los momentos de dificultad, yo pude ayudar a la tortuguita.
—De verdad la ayudaste —indicó su madre con una sonrisa—. ¿Estás lista para ir a la iglesia?
—Ahora sí lo estoy —expresó Clarita—. ¡Todo gracias a la tortuga!
AMANDA SPINO
JESÚS SIEMPRE ESTÁ CERCA
VERSÍCULO CLAVE: SALMO 23:4
AUNQUE PASE POR EL VALLE DE SOMBRA DE MUERTE, NO TEMERÉ MAL ALGUNO, PORQUE TÚ ESTÁS CONMIGO.
¿Alguna vez has estado en una situación en la que te sentías con miedo y solo? A lo mejor estabas en un lugar nuevo que no era familiar para ti. O quizá te perdiste. La Biblia promete que Jesús está siempre con nosotros, incluso en nuestros momentos más oscuros. La próxima vez que tengas miedo, cuéntale a Jesús cómo te sientes y deja que Él te abrace con Su paz y Su consuelo.
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