El refugio de David

—David, tu mamá te está esperando.

El niño se asustó al oír la voz de la tía Gloria.

—¿Dónde?

—En el patio de juegos —contestó amablemente.

David corrió por las gradas que llevaban al que había sido su hogar por casi un año. Él era uno de los treinta niños que vivían en el albergue en Lima, Perú, que servía como un refugio para menores que necesitaban protección. El niño miró a su alrededor. En una banca cercana estaba una joven mujer que observaba cómo jugaba un chiquillo, y que parecía que esperaba otro bebé en poco tiempo.

—¡Mamá! —David corrió hacia ella y le dio un gran abrazo.

Ella lo apretó con fuerza.

—Hijo, has crecido tanto. Cuéntame qué has hecho. ¿Qué estás aprendiendo en la escuela? ¿Eres feliz aquí?

Al rato David estaba hablando y sonriendo, contándole a su mamá sobre sus clases, sus amigos y las actividades divertidas que hacía con la gente del albergue, que se había convertido en su familia. Él jugó con su hermanito y lo abrazó, pero poco tiempo después, su madre se levantó, se puso la cartera al hombro y tomó la mano del pequeño.

—Ya tengo que irme —le dijo.

El dolor atravesó el dolor de David. Él la rodeó con sus brazos.

—¿Cuándo puedo regresar a vivir contigo? —preguntó, esforzándose por no llorar.

La madre de David tenía una mirada triste. Era demasiado difícil explicarle su situación a su pequeño hijo. Que el lugar más seguro para él era ese albergue. Que ella también necesitaba un lugar seguro.

Cuando la puerta se cerró detrás de su mamá, David se dio la vuelta y corrió. La tía Gloria lo encontró detrás de un tobogán.

—David —le dijo con gentileza—, no es que tu mamá no te ame, pero ella necesita ayuda también y en este momento no puede cuidar de ti como quisiera. Pero tú has estado aprendiendo sobre un Padre fuerte que siempre está ahí para Sus hijos. Él está contigo, aun si los demás no pueden. ¿Quién es Él?

—Dios —respondió David, levantando su mirada llena de lágrimas.

—Así es. Dios es nuestro refugio, nuestro lugar de ayuda y consuelo. Jesús entiende el dolor que sientes porque Él también experimentó el dolor de nuestro mundo roto cuando vino a salvarnos. ¿Quisieras que le oremos al Señor ahora mismo?

David asintió.

—Sí. Y oremos para que le ayude también a mi mamá.

RACHEL AVALLONE

JESÚS NUNCA NOS FALLARÁ

VERSÍCULO CLAVE: SALMO 27:10 (NTV)

AUNQUE MI PADRE Y MI MADRE ME ABANDONEN, EL SEÑOR ME MANTENDRÁ CERCA.

¿Hay veces que te sientes solo? ¿Te han decepcionado las personas que esperabas que estuvieran ahí por ti cuando necesitabas ayuda o amor? Ni siquiera la gente que nos ama más no puede darnos todo lo que necesitamos. Las personas nos fallan, porque son imperfectas y vivimos en un mundo roto. Pero nuestro Padre celestial nunca nos fallará. Él entregó a Su Hijo, Jesús, que está con nosotros pase lo que pase. Su amor nunca falla.

Clave de Hoy
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