El error de Kya
Kya nunca tuvo la intención de romper el trofeo de su padre, el cual brillaba en la repisa como un recordatorio de los días en que jugaba fútbol. Cuando papá le dijo: «No corras en la casa», la niña no pensó en su trofeo. Ella y su primo Daniel solo querían hacer una carrera. Ahora miraban fijamente el trofeo roto sobre la alfombra.
—Estaba muy al filo en la repisa —opinó Daniel—. No fue nuestra culpa.
—Dani —Kya quería discutir, pero las lágrimas llenaron sus ojos. ¿Qué diría su padre?
—¿Tienes miedo de meterte en problemas? —preguntó Daniel.
—No —sollozó Kya—. Tengo miedo de ofender a mi papá —más lágrimas cayeron. Después de eso, ¿podría volver a confiar su padre en ella?—. Tenemos que decirle la verdad.
Los niños golpearon a la puerta de la oficina de papá.
—¡Adelante! —dijo el padre. Kya entró, pero Daniel se quedó atrás. Papá frunció el ceño al ver la mirada triste de su hija—. ¿Qué sucedió, corazón?
—Yo… yo…
Daniel le ayudó desde la puerta:
—Estábamos corriendo, ¡y tu trofeo se cayó y se rompió! Lo lamento mucho, tío Benjamín.
Kya balbuceó:
—¡Lo siento, papá! No sé cómo dejé que esto pasara.
Su padre la abrazó con fuerza.
—Oh, hija —expresó—. Tú eres mucho más importante para mí que un trofeo.
Las lágrimas humedecieron su cabeza.
—Nunca fue mi intención ofenderte.
—Todos cometemos errores. A veces ofendemos a las personas. ¿Sabes a quién más ofendemos cuando hacemos cosas malas?
Kya asintió.
—Ofendemos a Dios.
—¿Crees que Dios deja de amarnos cuando metemos la pata?
Kya pensó en todo lo que había aprendido en la Biblia.
—No, Dios nos ama tanto que envió a Jesús para tomar el pecado por las cosas malas que hacemos. El Señor hizo eso para poder convertirnos en Sus hijos.
—Correcto. El amor de Dios es copioso. Esto significa que es generoso y abundante —su padre le dio un beso en la frente—. Mi amor por ti también es así. Te perdono por romper el trofeo. Sé que no querías ofenderme.
El corazón de Kya se consoló. La niña miró atrás.
—¿A dónde fue Daniel?
—Me parece que tenía miedo de meterse en problemas —comentó papá—. ¿Crees que también deberíamos contarle sobre el amor de Dios?
—Sí —Kya tomó la mano de su padre—. Hagámoslo.
BECCA WIERWILLE
VIVE EN EL AMOR DE DIOS
VERSÍCULO CLAVE: 1 JUAN 3:1 (NVI)
¡FÍJENSE QUÉ GRAN AMOR NOS HA DADO EL PADRE, QUE SE NOS LLAME HIJOS DE DIOS!
¿Alguna vez has cometido un error? A lo mejor tenías miedo de que un miembro de tu familia o un amigo no te perdone. Tal vez te preocupaba que dejaran de amarte. Cómo hijos de Dios, tenemos el mejor regalo. ¡Dios nos ama, pase lo que pase! Él ha derramado sobre nosotros un amor tan fuerte que el mundo no puede entenderlo. Y podemos pasar nuestras vidas compartiendo ese amor con los demás.
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