El dedo equivocado
—¡Por supuesto que soy cristiano! —le dijo Eugenio a su amigo Miqueas—. Voy a la iglesia con mi mamá y mi papá todo el tiempo. Mi papá está en la junta directiva de la iglesia y mi mamá es maestra de la escuela dominical —el niño hizo una pausa y después agregó—. El domingo que pasó, durante el culto, los dos dieron testimonios sobre cómo recibieron a Cristo.
—¿Y eso qué? —exclamó Miqueas—. Eso no te hace un cristiano.
—¡Por supuesto que sí! —insistió Eugenio.
Después de un rato, Miqueas se fue a su casa y Eugenio entró en la casa.
—Miqueas y yo estábamos apretando algunos tornillos en nuestras bicicletas y se me resbaló la mano —le contó el niño a su madre—. ¡Me corté el dedo! —él levantó su mano para mostrarle—. Todavía me duele.
—A ver, déjame ver —indicó mamá mientras inspeccionaba el dedo de Eugenio—. Vayamos a arreglarlo.
Su madre sacó una pequeña bandita del armario de las medicinas. La miró fijamente para abrirla. Después la puso con mucho cuidado sobre su propio dedo.
—Ya está —afirmó—. ¿La bandita te hizo sentir mejor?
Eugenio se quedó mirando a su mamá y después rio.
—¡Mamá! Es mi dedo el que está herido. Yo soy el que necesita la bandita, no tú.
—¿En serio? —su madre lo miró—. ¿Quieres decir que la bandita sobre mi dedo no sirve de nada para el tuyo?
—¡Por supuesto que no! —expresó Eugenio.
—Bueno —respondió mamá—, hace un momento te oí hablar con Miqueas porque la ventana estaba abierta en la cocina. Le dijiste que, como tu papá y yo somos cristianos, tú también lo eres, ¿verdad? —Eugenio asintió, confundido—. Tu padre y yo hemos recibido el perdón de Dios por nuestros pecados —explicó su madre—. Confiamos en Jesús como nuestro Salvador, ¡y Él nos salvó del pecado y nos dio vida eterna! Si eso también te hace cristiano, entonces creo que esta bandita en mi dedo también debería servir para tu lastimado.
Eugenio se quedó mirando a su madre, pensativo.
—Creo que tienes razón —admitió—. Necesito mi propia bandita… y debo confiar en Jesús por mí mismo, ¿verdad?
—Sí, así es —contestó mamá mientras sacaba otra bandita para ponerla en el dedo de su hijo—. ¿Quiénes conversar un poco más sobre esto?
Eugenio miró su dedo lastimado.
—Sí, me encantaría.
HAZEL W. MARETT
CONFÍA EN JESÚS POR TI MISMO
VERSÍCULO CLAVE: JUAN 3:3
JESÚS LE CONTESTÓ: «EN VERDAD TE DIGO QUE EL QUE NO NACE DE NUEVO NO PUEDE VER EL REINO DE DIOS».
¿Provienes de un hogar cristiano? ¿Tus padres, abuelos y otros parientes conocen a Jesús como su Salvador? Si respondiste que sí, eso es genial. Pero la pregunta es esta: ¿tú has puesto tu fe en Jesús? Si no lo has hecho, no eres cristiano. En la Biblia, incluso Nicodemo, una autoridad religiosa, tenía que «nacer de nuevo», lo que significa que tenía que confiar en Jesús para que borrara su pecado. Lo mismo pasa contigo. Confía en Jesús hoy mismo, para que también puedas ser un cristiano. (Haz clic aquí para que conozcas las Buenas Nuevas que Dios tiene para ti).
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