Detengan ese ruido
—¡Adiós, Noemí! Nos vemos mañana —gritó Pierina al entrar en el automóvil de su madre, después de la escuela—. Y felicidades por conseguir el papel principal en la obra de teatro —tan pronto como cerró la puerta del carro, Pierina murmuró—. ¡No soporto a esa niña! Es una creída.
—¡Hija! —exclamó su madre—. Por lo que acababas de decir, creí que ella era una buena amiga tuya.
El hermano de Pierina, Santiago, habló desde el asiento trasero.
—Solo quieres que te ayude con las matemáticas, ¿verdad? Por eso finges que te cae bien.
En ese momento sonó el celular de su mamá y Pierina se sintió aliviada por no tener que seguir hablando de Noemí. Cuando llegaron a casa, Pierina oyó un horrible sonido metálico que venía de la habitación de su hermano mayor.
—¿Qué es ese ruido? —preguntó la niña, tapándose las orejas.
Su madre rio.
—Carlos le pidió prestado al abuelo su antiguo gong para su proyecto de ciencias sobre el sonido.
Pierina recordó la colección de su abuelo de antigüedades de bronce. A ella le gustaban casi todas, pero no el gong. «¡Seguramente Carlos se la pasará golpeando esa cosa toda la noche!», pensó. Y tenía razón. Cuando su hermano golpeó el gong mientras ella hacía su tarea, pidió ayuda.
—¡Mamá! ¡Haz que Carlos deje de hacer ese ruido! —le rogó.
Su madre fue a la habitación del hermano mayor y los golpes se detuvieron. Después mamá entró a la habitación de Pierina y se sentó.
—No me gusta ese sonido tampoco —aseguró su madre—, pero me recuerda a ti.
—¡A mí! —exclamó Pierina.
Mamá asintió y tomó una Biblia del escritorio de Pierina. La abrió en 1 Corintios 13.
—Escucha este versículo: «Si yo hablara lenguas humanas y angélicas, pero no tengo amor, he llegado a ser como metal que resuena o címbalo que retiñe».
Pierina bajó la mirada.
—Oh.
Su madre asintió nuevamente.
—Cuando hablas de Noemí como lo haces cuando ella no está y después actúas como si fueran grandes amigas cuando la ves, las palabras que le dices son como ese gong de bronce que Carlos estaba golpeando… solo es mucho ruido sin ningún valor.
Pierina suspiró.
—Entonces, ¿cómo cambio eso?
—No tienes que ser la mejor amiga de Noemí, pero recuerda que Jesús la ama tanto como te ama a ti. Confía en que Él te ayudará a hablarle con palabras amables que salen del amor y no del egoísmo.
LINDA WEDDLE
AMA SINCERAMENTE A LOS DEMÁS
VERSÍCULO CLAVE: 1 CORINTIOS 13:1
SI YO HABLARA LENGUAS HUMANAS Y ANGÉLICAS, PERO NO TENGO AMOR, HE LLEGADO A SER COMO METAL QUE RESUENA O CÍMBALO QUE RETIÑE.
¿Finges que te caen bien algunas personas cuando en el interior tienes pensamientos crueles contra ellas? La Biblia nos dice que hablemos palabras amables a los demás, pero deben salir de un amor genuino. Si dices cosas lindas a alguien solo para quedar bien, tus palabras son un ruido sin sentido. Recuerda que Jesús ama a esa persona y murió por él o por ella. Confía en que el Señor te ayudará a preocuparte sinceramente por la gente, para que tus palabras amables estén a la altura del amor de Jesús en tu corazón.
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