Dale gloria a Dios
—No quiero ir —Susana estaba furiosa porque su mamá quería pasar el día en un pueblo indígena cercano.
—Le prometí a Miriam que iríamos —indicó la madre—. La Navidad es especial para ella y quiere compartir sus tradiciones con nosotras. Ahora ve a alistarte para que podamos irnos.
En el pueblo, Susana y su mamá fueron recibidas por su amiga Miriam, quien vino montando un caballo. La siguieron hasta la plaza, donde vieron a un grupo de hombres vestidos con delantales de cuero y tocados con piel de búfalo. Varias niñas que usaban vestidos con bordados y mocasines blancos salieron de una casa que tenía el techo bajo y las acompañaron. Juntas rodearon la plaza, mientras caminaban al ritmo de los tambores nativos.
Miriam explicó lo que estaba pasando.
—Cada año hacemos una danza distinta. Este año haremos la danza del búfalo, que nos recuerda lo importantes que eran estos animales para nuestra supervivencia. La carne nos daba alimento; su piel nos proveía de abrigo y ropas; sus cuernos y dientes eran usados para hacer herramientas y armas. Ya que el búfalo era visto con tanto respeto, mis ancestros ofrecían esta danza como agradecimiento para el Gran Espíritu que creó todas las cosas. Cuando los exploradores españoles llegaron a nuestro mundo, nos enseñaron sobre Jesús y cómo, la noche que Él nació, un ángel se apareció a los pastores con las Buenas Nuevas de un Salvador para todas las personas. De repente, cientos de ángeles aparecieron, alabando y cantando a Dios con gozo: «Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz entre los hombres en quienes Él se complace». Los españoles no entendían las costumbres de mis ancestros y trataron de hacer que renunciaran a su forma de danzar. Pero en lugar de abandonar sus tradiciones, los pueblos las usaron para adorar a Dios, porque ahora sabían que Él había enviado a Su Hijo para salvarlos del pecado. Hasta el día de hoy, realizamos esta danza para recordar cómo Dios usó al búfalo para proveernos lo necesario y para darle gracias por enviarnos a Jesucristo como nuestro Salvador.
Susana no podía quitar sus ojos de los bailarines; siguió cada uno de sus movimientos. Cuando ellos daban vueltas, ella también. Cuando bajaban, ella también. Su cuerpo se mecía con los cuerpos de los bailarines y sus pies se movían al ritmo de los tambores. Al observar a los danzantes, recordó los ángeles de la historia de Miriam. Y, con ellos, Susana adoró y glorificó a Dios.
MARGARET NAVA
GLORIFICA A DIOS
VERSÍCULO CLAVE: LUCAS 2:14
GLORIA A DIOS EN LAS ALTURAS, Y EN LA TIERRA PAZ ENTRE LOS HOMBRES EN QUIENES ÉL SE COMPLACE.
¿Alguna vez has conocido a alguien que adoraba a Jesús de un modo diferente a lo que estás acostumbrado? Algunas culturas tienen formas inusuales de alabar y glorificar a Dios. Sus tradiciones tal vez nos parecerán extrañas, pero Jesús dice en la Biblia: «Donde están dos o tres reunidos en Mi nombre, allí estoy Yo en medio de ellos». A pesar de que lo hacemos de diferentes maneras, podemos glorificar juntos a Jesús.
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