Confesiones de la leche con chocolate

Alexandra se puso a dar vueltas en su habitación con su nuevo vestido. ¡La niña contaba los días para usarlo en la boda de su prima el sábado!

Mamá se quedó en la puerta, sonriendo.

—Qué vestido tan lindo, hija, pero tienes que quitártelo antes de que lo manches con algo. Voy al supermercado. Tu papá está afuera en el jardín, si lo necesitas.

Cuando su madre se fue, Alexandra corrió al piso de abajo. Se sentía tan elegante con su vestido mientras sacaba una botella del refrigerador y se servía un vaso de leche con chocolate. «No la voy a derramar… ¡no soy un bebé!», pensó antes de encender la televisión.

Pegada a su programa favorito, Alexis empujó accidentalmente su vaso. La niña ahogó un grito cuando un chorro frío de leche con chocolate aterrizó en su regazo. La niña trató frenéticamente de quitar la mancha con una servilleta, pero eso solo hizo que se extendiera.

«¡Tengo que deshacerme de esta mancha antes que mamá la vea!», pensó Alexandra. Entonces escuchó el automóvil. ¡Su madre había regresado! La niña sabía que no tenía opción… subir corriendo a su habitación y fingir que no había pasado nada o contar la horrible verdad. Entonces le vino a la mente una historia que había oído en la escuela dominical, sobre cómo el Rey David se sintió mal cuando trató de cubrir su pecado. Alexandra respiró profundamente mientras la llave de su madre abría el seguro.

—Mamá, lo siento. ¡No te hice caso! —estalló Alexandra cuando mamá entró—. Seguí usando mi vestido, a pesar de que me dijiste que no lo hiciera, y derramé leche con chocolate sobre él. ¡Ahora está arruinado!

—¡Oh, hija! —mamá suspiró—. Déjame ver.

Alexandra quitó nerviosamente su mano de la mancha mojada. Su madre acercó la tela a la luz.

—Estoy decepcionada porque no me obedeciste, hija, pero me alegra que me hayas dicho la verdad.

—Casi no te la digo —confesó Alexandra—. Pero entonces recordé una historia que la señora Suazo nos contó en la iglesia sobre traer las cosas a la luz.

Mamá sonrió.

—La señora Suazo tiene razón. Admitir que metimos la pata nunca es fácil, pero, si lo cubrimos, solo provoca un peor desastre al final. Por eso debemos ser honestas sobre nuestras ofensas, no solo con los demás, sino con Jesús, quien perdona nuestros pecados y nos hace limpios. ¡Ahora vayamos a lavar ese vestido!

Angela Jelf

CONFIESA TUS PECADOS

 VERSÍCULO CLAVE: 1 Juan 1:9

SI CONFESAMOS NUESTROS PECADOS, ÉL ES FIEL Y JUSTO PARA PERDONARNOS LOS PECADOS Y PARA LIMPIARNOS DE TODA MALDAD. 

¿Alguna vez has tenido miedo de admitir que has hecho algo malo? ¿Has dicho una mentira para cubrir un error que cometiste? Puede ser difícil confesar nuestros pecados, pero la Biblia nos dice que, cuando tratamos de esconder nuestros errores, solo terminamos causando más dolor par a nosotros mismos y para los demás. La próxima vez que metas la pata, admítelo. Jesús siempre está listo para perdonar tu pecado y lavarte hasta dejarte limpio.

Clave de Hoy
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