Cloruro de sodio de la tierra
Jaime haló su silla y se sentó, con una sonrisa de oreja a oreja. Esperó pacientemente mientras su papá ofrecía una oración de gratitud y después pasaron los alimentos. Entonces el niño habló. “Por favor, ¿me pasan el cloruro de sodio?”, pidió con la mayor seriedad que podía expresar.
“¿Que te pasemos qué?” Papá rio. “Sí sé lo que es, pero ¿por qué usaste ese nombre?”
Jaime rio también. “Hoy nos enseñaron sobre la sal, por eso se me ocurrió pedirla con su otro nombre”.
“Si estabas tratando de impresionarnos, lo lograste”, opinó su madre. “Al menos a mí”.
“La sal es importante”, les informó Jaime. “Se usa para muchas cosas”.
“Bueno, me consta que es importante para cocinar”, afirmó mamá. “La sal se usa para darle sabor a la comida y también para evitar que se dañe”.
“¿Sabías que el cloruro de sodio se menciona en la Biblia?”, preguntó el padre.
“Sí, papá, pero no con ese nombre”, contestó Jaime. “Se le dice solamente sal”.
Su padre soltó una carcajada. “Estoy seguro de que conoces el versículo que dice que los cristianos son la sal de la tierra. Ayudan a dar sabor a lo que sucede en nuestro mundo. A menos que…” Papá se detuvo y miró a Jaime. “¿Sabes qué impide que sean sal?”
“Eh… creo que el versículo dice que pueden perder su sabor, ¿verdad?”, preguntó el niño.
El padre asintió. “¿Tienes alguna idea de cómo podrían perder su sabor?”
“¿Cómo pueden los cristianos perder lo salado?” Jaime se encogió de hombros. “No sé”.
“Bueno, piensa en esto”, señaló mamá. “¿Qué significa cuando dice que los cristianos son los que dan sabor a la tierra?”
“Supongo que es porque ayudan a la gente, actúan con bondad y con amor”, respondió Jaime. “Y contándoles acerca de Jesús”.
“Correcto”, expresó su madre. “Cuando compartimos el amor, la gracia y la verdad de Jesús, le damos sabor a un mundo insípido. Llevamos a la gente el sabor de la salvación y la esperanza que Dios les ofrece”.
“Entonces, creo que perderíamos nuestro sabor salado si dejamos de hacer esas cosas y solo pensamos en nosotros, ¿verdad?”, preguntó el niño.
Papá asintió. “Al ser el cloruro de sodio de la tierra, debemos dar sabor a las vidas de otras personas con el amor de Jesús”. Él roció un poco de sal en sus patatas y comió un bocado. “¡Qué delicia! ¡Ahora sí sabe bien!” — RICHARD S. MAFFEO
SÉ UN CRISTIANO SALADO
VERSÍCULO CLAVE: MATEO 5:13
USTEDES SON LA SAL DE LA TIERRA.
¿Estás compartiendo el sabor del amor de Dios con el mundo? ¿Es evidente en la forma en que tratas a los demás? ¿Tus acciones demuestran que sigues a Jesús? ¿Cuentas a otros sobre Él, para que también conocerlos? Jesús no dijo que podías ser sal solo si quisieras. Él dijo que eres la sal de la tierra. Asegúrate que tu vida refleje Su amor para que otras personas puedan conocer lo bueno que es Dios.
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