Bajo las cobijas

¡BUM!

El pequeño Claudio, de siete años, se sentó en la cama. La lluvia salpicaba la ventana y los relámpagos iluminaban su habitación como si fuera de día, tanto que podía ver a su peluche favorito acomodado en una esquina. ¡BUM! Otro fuerte trueno. El niño se cubrió con las mantas, presionando sus orejas en la almohada.

Bajo las cobijas, Claudio espió la pared que normalmente estaba iluminada por el brillo tenue de una luz de noche, pero entre los destellos de los relámpagos, solo la oscuridad llenaba la habitación. Con cuidado, él empujó el botón de una pequeña lámpara que tenía junto a su cama, pero, en lugar de la cálida y amistosa luz, no hubo nada. Temblando, se metió mucho más profundamente en su cama.

La lluvia caía con fuerza afuera, y sonaba como si alguien lanzara pelotas de tenis contra la casa. Completamente despierto, Claudio se preguntaba si se atrevería a correr a la habitación de sus padres. En ese momento, el niño sintió un suave toque en su cobija.

—¿Mamá? —preguntó en una voz amortiguada.

—Aquí estoy, mi hijito.

Claudio sacó la cabeza de debajo de las cobijas y, cuando otra centella de relámpago iluminó la habitación, vio a su madre en su bata verde y esponjosa, parada junto a él. Otro trueno sacudió la casa.

—Hace mucho ruido, ¿verdad? —comentó mamá. Mientras se sentaba al filo de la cama de Claudio, la electricidad regresó. Con su madre allí y con la conocida luz en la habitación, el niño ya no sentía miedo—. ¿Recordaste que Jesús está siempre contigo, hijo? —preguntó mamá—. Él te estaba cuidando aun antes que yo entrara. Él controla el viento y la lluvia, lo sabes. No debemos tener miedo porque Él está con nosotros.

Claudio comenzó a sentir sueño mientras escuchaba la voz reconfortante de su madre. Con sus manos en las de ella, la oyó decir:

—Gracias, Jesús por amar a Claudio y especialmente por estar aquí con él durante la tormenta —afuera, los truenos comenzaron a alejarse mientras la lluvia empezaba a caer más suavemente en el techo. Con los ojos casi cerrados, el niño vio cómo su madre apagaba la luz y salía en puntillas de la habitación.

—Gracias, Jesús —susurró Claudio—. Estoy tan feliz de que siempre estés aquí —él bostezó, se acurrucó bajo las cobijas y enseguida se quedó dormido.

Phyllis I. Klomparens

JESÚS SIEMPRE ESTÁ CONTIGO

VERSÍCULO CLAVE: Marcos 4:40

ENTONCES [JESÚS] LES DIJO: «¿POR QUÉ ESTÁN ATEMORIZADOS? ¿CÓMO NO TIENEN FE?».

¿Tienes miedo de las tormentas y los truenos? ¿O quizá haya algo más que te asuste, como conocer a personas nuevas o quedarte solo en la noche? Cuando estés en una situación que te haga sentir temor, recuerda que Jesús está contigo y confía en que Él te consolará y te ayudará a no tener miedo. Él te ama tanto que dio Su vida para salvarte, y siempre vela por ti. Confía en que el Señor cuidará de ti.

Clave de Hoy
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