Amígdalas afuera

Casandra se sentó en el columpio del porche, abrazando a su peluche favorito, un elefante llamado Chiquito.

—¡Chiquito, tengo miedo! No quiero que me saquen las amígdalas mañana.

Su madre oyó por casualidad a Casandra que hablaba con Chiquito y salió al porche. La niña empezó a llorar y su madre la abrazó.

—Siento mucho que tengas que para por esto, pero sé que vas a estar bien. Esto te ayudará a no enfermarte todo el tiempo.

—¡Pero tengo miedo! —exclamó Casandra.

—¿Recuerdas cuánto miedo tenías de las tormentas eléctricas cuando eras más chica y cuál era el versículo que siempre leíamos juntas? —preguntó mamá—. Leamos juntas ese versículo otra vez—. La madre sacó su celular y buscó el Salmo 56:3—. «El día en que temo, yo en Ti confío» —leyó—. Hija, sé que tener una cirugía es algo que asusta, pero cuando empieces a sentir ansiedad, recuerda que Jesús te ama y promete que estará contigo. Entrégale tus preocupaciones para que Él reemplace tus sentimientos de ansiedad con Su paz.

—Quiero orar ahora mismo —expresó Casandra, así que ella y su madre inclinaron sus cabezas y la niña oró en voz alta—. Amado Dios, realmente tengo miedo de mi cirugía mañana, y realmente quisiera no tener que hacerla, pero sé que me ayudará a estar más saludable. Por favor, calma mis temores y dame Tu paz y Tu consuelo. Gracias por salvarme y por escucharme cuando oro. ¡Amén!

La madre dio un abrazo a su hija y las dos se sentaron en silencio por un rato más. A la mañana siguiente, justo antes de su cirugía, Casandra sostenía fuertemente a Chiquito en sus brazos y volvió a orar. Cuando terminó, sonrió a su mamá.

—Gracias, mamá, por recordarme que puedo confiar en Dios y saber que siempre está conmigo cada vez que tengo miedo.

Su madre sostuvo la mano de la niña mientras las enfermeras la llevaban a la cirugía.

—Te veo en un rato. Te amo.

Casandra salió muy bien de la cirugía. Sí le dolía mucho la garganta, pero se emocionó al saber que le darían todo el helado y malteadas que pidiera. Pero, sobre todo, estaba agradecida porque Dios la amaba y cuidaba de ella. No debía tener miedo, siempre podía llevar sus temores al Señor y confiar en Él.

LISA FULLER

ENTREGA TUS TEMORES A DIOS

VERSÍCULO CLAVE: SALMO 34:4

BUSQUÉ AL SEÑOR, Y ÉL ME RESPONDIÓ, Y ME LIBRÓ DE TODOS MIS TEMORES.

¿Alguna vez has tenido mucho, muchísimo miedo? Tal vez tenías temores por un examen, una cirugía o una tormenta eléctrica. Cuando sientes miedo, recuerda que el Señor quiere que le entregues tus temores. Si conoces a Jesús, Él siempre está contigo y, aun en las peores situaciones, puedes tener paz porque sabes que Él te ama y te ha prometido darte vida eterna con Él. Así que entrega tus pensamientos de ansiedad al Señor, y Él te dará Su paz y consuelo mientras confías en Jesús.

Clave de Hoy
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