Alto a las quejas
—¡Oye, Amanda! No te olvides de sacar el tacho de basura de mi habitación —indicó Galo mientras abría la puerta para salir.
Amanda le puso una mala cara.
—Detesto sacar la basura —la niña se volvió a su madre—. ¡Galo siempre tiene que hacer las cosas fáciles mientras a mí me toca ir por toda la casa recogiendo la basura apestosa!
—Tú elegiste ese trabajo para este mes —le recordó mamá—. Dijiste que estabas cansada de limpiar los polvos y de doblar la ropa, y que Galo siempre tenía las tareas fáciles, como vaciar la basura.
Amanda balbuceó algo para sí misma mientras empezaba a recoger la basura de los tachos. Un poco después, la puerta trasera chirrió escandalosamente cuando Galo la abrió y volvió a entrar.
—¡El ruido de esa puerta me está volviendo loca! —exclamó Amanda con enojo—. Deja de estar saliendo y entrando, Galo.
Su hermano sonrió maliciosamente y regresó hacia la puerta.
—Creo que dejé algo afuera. Regreso en un minuto —el niño abrió y cerró la puerta con fuerza.
—¡Mamá, dile que deje de hacer eso! —se quejó Amanda, cubriéndose las orejas.
—Ya basta, Galo —le ordenó su madre—. Deja de fastidiar a tu hermana.
En ese momento, papá abrió la puerta ruidosa.
—Creo que es hora de que ponga aceite en estas bisagras —comentó el padre—. Se están quejando con fuerza —él dejó que la puerta chirriara detrás suyo al entrar—. ¿Recuerdan los versículos bíblicos que leímos anoche en el devocional, ese pasaje de lo que hicieron los israelitas después de salir de Egipto? Se quejaban mucho, al igual que esta puerta. Necesita aceite, y creo que los israelitas necesitaban aplicar el aceite a sus vidas al recordar que Dios estaba con ellos y prometió cuidarlos. Quizá eso sea lo que la Biblia llama «óleo de alegría».
—Sí. Algunas personas por aquí necesitan también un poco de ese aceite —dijo Galo con una sonrisa para su hermana.
Amanda suspiró.
—Sí, creo que he estado muy quejumbrosa últimamente.
—Bueno, puedes aplicarle aceite a esas quejas al recordar el gozo que tienes en Jesús —explicó papá—. Él nos salvó del pecado para que podamos ser llenos con el gozo de conocerlo por toda la eternidad. Podemos experimentar ese gozo cuando recordamos que Él nos ama y siempre está con nosotros, aun cuando las cosas no salen como quisiéramos.
Amanda se enderezó.
—Está bien. Perdónenme por quejarme. Ahora, ¿quién tiene basura para darme?
Maria I. Sellers
NO TE QUEJES
VERSÍCULO CLAVE: Filipenses 2:14 (PDT)
HAGAN TODO SIN QUEJARSE Y SIN DISCUTIR.
¿Te quejas mucho? ¿Estás constantemente diciéndoles a los que te rodean sobre cada detallito que no es exactamente como quisieras? Si es así, necesitas aplicar el óleo de la alegría a tu vida. Recuerda cuánto Jesús te ama y todo lo que Él ha hecho por ti. En lugar de quejarte, alaba al Señor y confía en que Él te ayudará a aprender a que tengas contentamiento con lo que te ha dado.
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