Decir adiós
Desde que podía recordar, Imelda y Paco habían vivido a una cuadra de la playa. Ahora estaban en la orilla del mar, diciéndole adiós a su lugar favorito. La niña metió sus pies descalzos en la arena, mientras Paco tiraba piedras al agua. Las lágrimas empezaron a correr por las mejillas de Imelda al pensar en el camión de mudanza que estaba estacionado frente a la puerta de su casa… solo que esa ya no era su casa.
Imelda siempre recordaría el último de clase antes de las vacaciones de primavera, unas semanas antes. Ella y Paco habían corrido a toda velocidad después que el autobús escolar los dejará, emocionados de ir a la playa. Entraron abruptamente por la puerta principal.
—¡Mamá, ya estamos en casa! —gritó Imelda.
La casa estaba en silencio.
—¿Mamá? —le llamó Paco.
Los niños fueron a la sala donde encontraron a su madre y a su padre sentados allí. Mamá se veía como si hubiera estado llorando.
—¿Qué pasó? —preguntó Imelda.
Ahí fue donde su mundo se desmoronó.
—Probablemente hayan notado que su madre y yo no hemos podido ponernos de acuerdo en muchas cosas últimamente —explicó su padre—. Hemos decidido que sería mejor para todos que vivamos separados.
Todo seguía empeorando. No solo su papá los iba a dejar, sino que Imelda y Paco se tendrían que mudar con su mamá a la casa de su abuela. Tendrían que buscar una nueva escuela y hacer nuevos amigos. Y no habría ninguna playa cerca.
Imelda se quedó mirando las nubes que chocaban con una enorme roca en medio del mar.
—Dios, esto no es justo —susurró. Mientras las olas salpicaban por encima de la roca, la niña recordó un versículo que había aprendido en la iglesia. «El Señor es mi Roca», pensó. «Siempre está firme y nunca cambia, y siempre estará conmigo y cuidará de mí».
Paco eventualmente terminó de lanzar piedras y se sentó junto a Imelda.
—No te preocupes, hermana. Todo estará bien —dijo con desánimo.
—Lo sé —respondió Imelda—. Acabo de recordar que Jesús es una Roca firme y fuerte en la que podemos pararnos. Puede que nos sintamos como esas olas, que somos arrastrados por todos lados, pero Jesús es como esa enorme roca. Aun si todo lo demás cambiara, Dios sigue siendo el mismo. A Él le importa lo que nos está pasando y siempre estará con nosotros. Debemos confiar en Él.
Betty Yeider
CONFÍA SIEMPRE EN DIOS
VERSÍCULO CLAVE: Salmo 62:8
CONFÍEN EN ÉL EN TODO TIEMPO, OH, PUEBLO; DERRAMEN SU CORAZÓN DELANTE DE ÉL; DIOS ES NUESTRO REFUGIO.
¿Estás pasando por un tiempo difícil en tu vida? ¿Es este un tiempo en el que te sientes solo y la vida no parece justa? Recuerda que Jesús es un amigo cercano, que siempre está allí para ti. Él te ama tanto que murió por ti, y le importa lo que está pasando. Cuando todo lo que te rodea parece derribarse, Él sigue firme e inmutable… es una Roca en la que puedes confiar.
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