Orejas de pescado
«Apúrate, papá», pensó Leandro mientras su padre leía en voz alta un pasaje de la Biblia. El niño estaba ansioso porque se termine el devocional de la mañana para que pudiera comenzar su viaje para ir de pesca. Le pareció una eternidad hasta que al fin papá cerró con una oración.
—¡Bueno, es hora de irnos! —exclamó Leandro tan pronto como su padre dijo «amén». El niño sonrió a su madre—. Te traeremos pescado para la cena.
Cuando llegaron al río, Leandro y su padre lanzaron sus anzuelos al agua rápidamente. Conversaron mientras esperaban que los peces mordieran la carnada, pero ni uno se acercó siquiera.
—¡Quizá nos oyeron hablar de cómo los vamos a freír! —bromeó Leandro mientras él y papá avanzaban por el banco del río para probar en otro lugar.
Unos minutos más tarde, algo haló el hilo de Leandro.
—¡Un pez mordió el anzuelo! —gritó. El niño recogió el sedal de su caña de pescar—. ¡Mi cena! —anunció mientras sostenía el pez encima de su cabeza. Pero entonces frunció el ceño cuando sacó el gancho e inspeccionó el pez—. Pensé que hablar muy fuerte era lo que espantaba a los peces, pero ni siquiera tienen orejas.
—Claro que sí las tienen —aseguró papá—. Simplemente no las puedes ver. Los peces tienen oídos internos, es decir, que sus orejas están por dentro, no por fuera, como las nuestras —el padre haló cariñosamente la oreja de su hijo—. Pero ¿sabes una cosa?
Leandro meneó la cabeza.
—¿Qué cosa?
—Bueno —dijo papá—, aunque nuestras orejas están afuera de nuestras cabezas, lo más importante es cuando oímos adentro, en nuestros corazones. Eso sucede cuando escuchamos con atención el mensaje que Dios tiene para nosotros. Su mensaje es la Biblia, que nos habla sobre nuestra necesidad de Jesús y sobre cómo deberíamos vivir como hijos de Dios que han sido liberados del pecado. Cuando escuchamos ese mensaje, Dios nos ayuda a poner en práctica su verdad.
Leandro pensó en el devocional de la mañana. Había oído la voz de su padre, pero no había escuchado el mensaje de Dios con su corazón.
—Esta mañana no lo hice bien.
Papá le dio palmaditas en el hombro.
—Nadie escucha bien todo el tiempo, pero Dios es paciente con nosotros. Además, Él nos ha dado el Espíritu Santo para ayudarnos a escuchar y a actuar en obediencia a Sus palabras.
Leandro asintió.
—Quizá hoy en la noche pueda volver a leer el devocional y escucharé mejor esta vez —el niño sonrió—. ¡Eso sí, después de comer este pescado fresco!
NANCE E. KEYES
ESCUCHA A DIOS CON TU CORAZÓN
VERSÍCULO CLAVE: LUCAS 11:28 (NTV)
—DICHOSOS MÁS BIEN —CONTESTÓ JESÚS— LOS QUE OYEN LA PALABRA DE DIOS Y LA OBEDECEN.
¿Qué tan bien escuchas cuando alguien lee la Biblia o habla sobre su significado? ¿Solo oyes palabras o escuchas un mensaje de Dios y lo guardas en tu corazón? Cada una de las palabras de Dios nos fue dada de una manera especial para que podamos conocer mejor al Señor y experimentar Su amor y poder en nuestras vidas. Confía en que Él te ayudará a escuchar todo lo que Él dice con tu corazón y a ponerlo en práctica.
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