El hermano mayor

Aurelio encontró a su hermanito menor, Félix, en la cocina, parado en medio de un quilombo de huevos crudos.

—¿Qué pasó? —preguntó el niño.

Félix se encogió de hombros.

—Quería ver qué pasaba si arrojaba un cartón de huevos.

—Estás en problemas.

Feliz bajó la cabeza.

—Lo sé.

Mamá bajaría en cualquier momento. Aurelio pensó en ayudarle a su hermano a limpiar, pero no quería que su madre pensara que estaba involucrado.

—Será mejor que limpies todo antes de que mamá lo vea.

Feliz empezó a limpiar y Aurelio se escapó a otra habitación. Después de unos minutos, mamá entró en la cocina y casi se le sale un grito. Aurelio no pudo evitar escucharla.

—¿Qué está pasando, Félix? —le preguntó su madre.

—Dejé caer un cartón de huevos. A propósito —al menos el niño fue honesto. Él sollozó—. Perdóname, mamá. Sé que no debí hacerlo.

Hubo un silencio y luego su madre le dijo:

—Te perdono.

Aurelio espió por la esquina. Mamá estaba agachada, ¡ayudando a Félix a limpiar! Esto no podía estar pasando. No era justo.

Aurelio entró rápidamente en la cocina.

—¿Por qué Félix no se metió en problemas? —el niño evitó la mirada de su hermano.

—Solo yo tengo que hacer las cosas bien. ¿Por qué nunca me dan atención?

Mamá le hizo señas a Aurelio para que los acompañara. Él arrastró los pies para acercarse.

—Yo los amo a ambos —aseguró su madre—. Siempre. Aunque hagan bien las cosas o no —ella le dio un beso en la frente a Aurelio y luego a Félix—. Tu hermano fue honesto conmigo y eso es algo que podemos celebrar. Así como podemos celebrar que nadie volverá a romper huevos en mi piso, ¿verdad?

Félix se sonrojó.

—Sí.

A Aurelio le vino a la mente una historia de la iglesia, la del hijo pródigo. El hijo menor se fue de la casa y tuvo una vida desordenada, pero cuando regresó a su hogar, su padre celebró. El hijo mayor estaba tan enojado porque su padre no lo celebró a él, porque nunca se había ido de casa. El hijo mayor había perdido de vista lo importante.

Aurelio no quería perder de vista lo importante. Su madre lo amaba y también amaba a Félix. Y Dios también los amaba a ambos. Jesús murió por sus ofensas, para que pudieran ser hijos de Dios, y Él siempre los amaría y perdonaría, pase lo que pase.

Aurelio abrazó a su mamá.

—¿Puedo ayudar?

Félix sonrió.

—¡Sí, por favor!

Aurelio tomó un trapeador y se pusieron a trabajar.

BECCA WIERWILLE

CONFÍA EN QUE ERES AMADO

VERSÍCULO CLAVE: LUCAS 15:31

SU PADRE LE DIJO: “HIJO MÍO, TÚ SIEMPRE HAS ESTADO CONMIGO, Y TODO LO MÍO ES TUYO”.

¿Alguna vez te has sentido como Aurelio, molesto porque otra persona fue perdonada cuando tú has hecho lo correcto desde el inicio? No tenemos que preocuparnos de que otros reciban más amor o perdón que nosotros. Todos fallamos, todos pecamos al hacer cosas malas. Pero Dios nos ama, pase lo que pase. Él nos ofrece Su perdón a cada uno de nosotros, y siempre celebra cuando los pecadores perdidos son encontrados.

Clave de Hoy
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