La ley del hielo
Alex frunció el ceño mientras se servía cereal en un plato y miraba por la ventana. «¡Joana nunca deja de hablar!», pensó cuando vio que su hermana se acercaba. «Quisiera que me dejara en paz». El niño chasqueó los dedos. «Ya sé qué puedo hacer para arreglarla. Le haré la ley del hielo». Entonces, cuando Joana entró en la casa, Alex se metió en su habitación. Su hermana tocó la puerta y lo llamó por su nombre, pero él puso música y subió el volumen para no escucharla, hasta que Joana finalmente se rindió y se fue.
Un rato más tarde, Joana empezó a contarle algo a Alex, pero él se tapó las orejas con ambas manos y empezó a tararear. «Así aprenderá», pensó el niño. Toda la mañana se rehusó a oír lo que su hermana le quería decir.
A la hora del almuerzo, Alex notó que Joana se había puesto su traje de baño.
—¿Vas a algún lado, hija? —le preguntó su padre.
Ella asintió.
—Voy al parque acuático con los Manríquez.
—Qué divertido —opinó papá, luego miró a Alex—. ¿Tú no vas?
—No me invitaron —respondió el niño, enojado.
—¡Sí estabas! —le dijo Joana—. Traté de decírtelo toda la mañana, pero no me quisiste oír. Tenían dos boletos extra y nos invitaron a los dos, pero ahora ya le dieron el otro boleto a alguien más.
—¡Oh, no! —se quejó Alex cuando el automóvil de los Manríquez se estacionó frente a su casa.
Esa noche, Alex les pidió ayuda a sus padres para algo de la iglesia.
—El líder de mi grupo pequeño quiere que cada uno de nosotros comparta algunas ideas sobre la oración durante nuestra reunión de esta semana —comentó—. Pero no sé qué decir.
—A ver, veamos —señaló su padre—. Tal vez podrías hablar sobre la importancia de hablar con Dios y escucharlo.
—Podrías contarles de cómo te perdiste la oportunidad de ir a una actividad divertida hoy por rehusarte a hablar con tu hermana —sugirió su madre—. Después explicas que todos podemos perder la bendición de comunicarnos con Dios cuando no hablamos con Él.
Papá asintió.
—Dios nos ama y quiere que oremos por todas las cosas que son importantes para nosotros. Jesús murió y resucitó para que podamos tener una relación con Él, ¡y eso significa que podemos hablar con Dios cuando queramos!
—Buena idea —afirmó Alex—. Les diré a los niños de mi grupo que no hay que hacerle la ley del hielo a Dios.
NANCE E. KEYES
HABLA CON DIOS
VERSÍCULO CLAVE: FILIPENSES 4:6 (NTV)
OREN POR TODO. DÍGANLE A DIOS LO QUE NECESITAN Y DENLE GRACIAS POR TODO LO QUE ÉL HA HECHO.
¿Hablas con Dios regularmente? ¿Le cuentas lo que pasa en tu vida y le pides ayuda con tus problemas? ¿O crees que no hace la diferencia si oras o no? ¡Sí hace la diferencia! Dios te ama tanto que Jesús entregó Su vida para que pudieras tener una relación con Él. El Señor quiere ayudarte y bendecirte a través del regalo de la oración. Cuéntale todo a Dios.
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