Nuevos comienzos
Gerardo se acostó para sentir calorcito del sol brillante y observaba las bellas mariposas que revoloteaban de una flor a otra.
—Este es el día más triste de mi vida —le dijo a su hermano, Vinicio, que estaba acostado a su lado.
—Sí, también el mío —comentó Vinicio mientras hacía un hoyo en la tierra con un palito—. No puedo creer que la abuela haya muerto. ¡No estuvo enferma por mucho tiempo!
—Lo sé —señaló Gerardo—. La extraño.
En ese momento se abrió la puerta de la casa y salió su madre, que llevaba dos vasos de jugo.
—¿Puedo acompañarlos? —preguntó mientras entregaba un vaso a cada uno de los niños. Los dos se movieron para hacerle un puesto y mamá se sentó entre ellos. Había estado llorando, tenía los ojos hinchados y su nariz estaba roja. Ella cerró los ojos y levantó su cara para recibir los rayos del tibio sol—. El sol se siente tan bien, ¿verdad? Me alegra que Dios nos dé un día tan lindo —expresó mientras miraba a su alrededor en el jardín—. ¡Miren esas lindas mariposas!
—Supongo que salieron de estas cosas —indicó Gerardo, entregándole un par de pupas grises a su madre—. La abuela me las mostró hace unos días. Dijo que las orugas que estaban dentro se convertirían en mariposas.
Mamá sonrió y asintió.
—Esas orugas tienen una vida nueva y mejor ahora, ¿no creen? —ella rodeó con su brazo a cada uno de sus hijos—. Igual que la abuela —las lágrimas bajaron por las mejillas de la madre—. Ella dejó su cuerpo viejo y desgastado, y ahora está con Jesús en el cielo. Algún día su cuerpo resucitará y Dios lo hará nuevo y perfecto. ¿Puedes imaginar lo que ella podría hacer entonces?
—Nunca lo había pensado antes, pero ella nos dijo que antes le gustaba correr carreras —declaró Vinicio—, así que probablemente corra mucho cuando tenga un cuerpo que ya no le duela por la artritis.
—¡Sí! —exclamó Gerardo—. Nunca había pensado en que la abuela podía correr. Siempre se movía tan lentamente. ¡Tal vez incluso haría piruetas!
Mamá rio.
—Tal vez. Podemos estar seguros de que está feliz y nunca volverá a sentir dolor —ella se secó las lágrimas—. Pero es normal que nos sintamos tristes y la extrañemos. Solo recuerden que, como todos conocemos a Jesús como nuestro Salvador, algún día veremos a la abuela otra vez.
DEBORAH L. WHITSITT
LOS CRISTIANOS TENDRÁN NUEVOS CUERPOS
VERSÍCULO CLAVE: 1 CORINTIOS 15:52 (NTV)
CUANDO SE TOQUE LA TROMPETA FINAL… LOS QUE HAYAN MUERTO RESUCITARÁN PARA VIVIR POR SIEMPRE.
¿Has estado triste por la muerte de uno de tus seres queridos? Está bien que sientas tristeza, pero recuerda que, cuando un cristiano muere, su alma va al cielo para estar con Jesús. Entonces, si tu ser querido conocía a Jesús como su Salvador y tú también, ¡un día lo volverás a ver! Y algún día todos aquellos que conocen a Jesús recibirán un cuerpo glorioso y resucitado. A pesar de que nos sentimos tristes y extrañamos a los que han muerto, tenemos esperanza porque sabemos que viviremos con Jesús para siempre.
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