El dedo del pie de Tomás
Tomás se desperezó, bostezó y apagó la alarma. Había luchado consigo mismo por varios minutos. Una voz en su cabeza le dijo: “Levántate. Es hora de ir a la iglesia”. Otra voz le dijo: “¿Y si faltas esta vez? Tus padres no van. Duerme un poquito más”. Al final, la voz equivocada ganó. “A nadie le importa”, balbuceó Tomás mientras estiraba la cobija por encima de su cabeza. “No creo que alguien se dé cuenta si estoy ahí o no”.
Al día siguiente, durante el recreo, Tomás se tropezó con un tronco y se rompió un dedo del pie. “¡Ay!”, gimió cuando el médico lo revisó. “¡Me duele muchísimo!”
El doctor Cifuentes asintió. “Te dolerá por un tiempo, pero sanarás y estarás bien. Dale tiempo”.
El sábado, cuando Tomás fue al centro comercial con su mamá, vio ahí a su maestro de escuela dominical. Mientras la madre pagaba lo que había comprado, el niño platicó con el señor Balseca.
“Veo que estás cojeando. ¿Te pasó algo en el pie?”, preguntó el señor Balseca. “¿Por eso faltaste a la iglesia la semana pasada?”
“Me rompí el dedo el lunes”, respondió Tomás. “No fui el domingo porque… bueno, supuse que nadie me extrañaría de todas maneras”.
“Oh, sí nos hiciste falta”, aseguró el señor Balseca. “Los demás niños pensaron que estabas enfermo y oraron por ti”.
“¿En serio?”, preguntó Tomás.
“Sí, es verdad?”, contestó el señor Balseca. “Cuando estás ausente, se siente un vacío en nuestra clase”. El maestro apuntó al pie de Tomás. “Tu dedo no es muy grande, pero cuando te lo rompiste, ¿se afectó solo ese dedo o lo sentiste en todo tu cuerpo?”
“Por algunos días casi no podía hacer nada”, admitió Tomás. Luego rio. “Mi papá me dijo que actuaba como si me hubiera roto la columna”.
“Entonces sí afectó todo tu cuerpo”, afirmó el señor Balseca con una sonrisa. “Lo mismo pasa con los cristianos. Juntos formamos el cuerpo de Cristo, la iglesia. Cada uno de nosotros es importante, incluso los que creen que son como ese dedito chiquito. Cuando un miembro siente dolor, a todos nos duele”. El maestro dio un golpecito cariñoso en el hombro del niño. “Eres muy importante para nuestra clase, Tomás. Nunca lo olvides”.
El muchacho sonrió. “No lo olvidaré, señor Balseca. Mi dedo no me dejará olvidarlo. Por un tiempo, cada paso que dé me lo recordará. Nos vemos mañana en la iglesia”. — BARBARA J. WESTBERG
CADA CRISTIANO ES IMPORTANTE
VERSÍCULO CLAVE: ROMANOS 12:5 (NTV)
NOSOTROS SOMOS LAS DIVERSAS PARTES DE UN SOLO CUERPO Y NOS PERTENECEMOS UNOS A OTROS.
¿Conoces a alguien que no sienta importante y necesite que lo animes? Cada cristiano es miembro del cuerpo de Cristo y todos somos importantes. Cuando oramos unos por otros y compartimos las alegrías y tristezas, nos animamos mutuamente en nuestra fe y nos recordamos unos a otros el amor de Jesús. No dejes de reunirte con otros creyentes. Los necesitas y ellos te necesitan a ti.
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