Lección de una garza
“Dime otra vez”, dijo Tomás mientras seguía a su amigo Samuel al lago. “¿Por qué estamos aquí?”
Samuel suspiró. “Mi mamá me pidió que viniera acá, que observara una garza azul y regresara con una palabra, una que se aplicara a Dios y que también se aplique a mí. Tú estás aquí para ayudarme a descifrar cuál es esa palabra”.
Tomás miró a su amigo. “¿Una palabra? ¿De una garza azul? ¿Por qué tu mamá te manda a hacer eso?”
Samuel se encogió de hombros. “Me dijo que lo hiciera después que me enojé con mi hermano menor. Estaba tratando de enseñarle un juego, pero él seguía equivocándose, así que le grité y tiré el juego al piso”.
Tomás señaló un ave grande, de color azulado, que tenía un cuello largo y patas de palillo. “Bueno, ahí hay una garza. Sentémonos en la orilla para observarla”.
“¡Qué aburrido!”, balbuceó Samuel después de un minuto. “Ni siquiera se mueve”.
“No, pero…” En ese momento, la garza dio un paso en cámara lenta. “Creo que está pescando”, susurró Tomás. “¡Observa!” De repente, la cabeza de la garza se zambulló en el agua y salió con un pez colgado de su pico. “¡Atrapó uno! ¿Crees que esa es la palabra que tu mamá quiere? ¿Pescar?”
“No creo”, contestó Samuel. “Eso no se aplicaría a Dios”.
“A ver, pensemos. Al principio parecía que no estaba pasando nada con la garza. Pero sí estaba haciendo algo, solo que tomó un tiempo. Debemos esperar, observar y no darnos por vencidos tan rápidamente”.
“Suenas como mi mamá”, comentó Samuel. “Ella siempre me dice que me enojo demasiado rápido cuando las cosas no salen como yo quisiera”.
“Bueno, es verdad”, afirmó Tomás. “Como cuando querías que yo saliera del equipo de béisbol porque tú no podías batear. Pero solo necesitabas un tiempo, ¿recuerdas?”
“Ya sé”. Samuel lanzó una piedrita al agua. “Supongo que no soy muy pa…” El niño se enderezó. “¡Esa es la palabra! ¡Paciente!”
“¡Sí!”, exclamó Tomás. “Dios es paciente con nosotros y también debemos ser pacientes. A pesar de que nos equivocamos, Él nos perdona y nos ayuda a aprender lo que es correcto”. El amigo sonrió. “¿Ya podemos ir a jugar?”
“Está bien”. Samuel se levantó. “Pero primero tengo que ir a casa para decirle a mi mamá la palabra… y además pedirle perdón a mi hermano”. — CAROLYN CALDWELL
SÉ PACIENTE
VERSÍCULO CLAVE: 1 TIMOTEO 6:11 (NVI)
TÚ, EN CAMBIO, HOMBRE DE DIOS… ESMÉRATE EN SEGUIR LA JUSTICIA, LA PIEDAD, LA FE, EL AMOR, LA CONSTANCIA Y LA HUMILDAD.
¿Qué tan paciente eres? ¿Das gracias a Dios porque Él es paciente? Es una característica que Dios quiere desarrollar en ti. Cuando te des cuenta de que estás siendo impaciente, recuerda que Dios siempre es paciente contigo. Dale gracias por nunca rendirse contigo y confía en que el Señor te ayudará a ser paciente, como Él.
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