¡Ten cuidado, Carlitos!
Carlitos caminaba tambaleándose, feliz, por toda la sala. Acababa de aprender a caminar y era tarea de Lucía cuidar de él, mientras el papá cocinaba la cena. Carlitos era un niño muy curioso y casi siempre encontraba la forma de meterse en problemas.
“Carlitos, ¡sal de ahí! Vas a hacer que el librero caiga encima de ti”, exclamó Lucía. Carlitos había empezado a treparse por las repisas para agarrar una fotografía interesante que quería ver. Lucía lo cargó para alejarlo de la repisa y él dio un alarido por la ira. Ella lo volvió a poner en el piso y observó cuidadosamente el próximo movimiento de su hermano.
Carlitos casualmente miró nuevamente a su hermana y luego empezó a caminar hacia las gradas del sótano. Lucía no se dejó engañar y sabía que el niño todavía no podría bajar esos escalones tan grandes. Ella lo volvió a tomar y su hermanito gritó otra vez.
Lucía trató de explicarle qué era lo que podía ocurrir. “Carlitos, si tratas de hacer cosas que te van a hacer daño, yo voy a tener que evitarlo. Sé que estás enojado porque no puedes hacer lo que quieres, pero tienes que aprender lo que es bueno para ti y lo que es peligroso”. A Carlitos eso no le afectó en lo más mínimo.
“Realmente espero que él descubra que puede hacerse daño si sigue así”, pensó Lucía. “No quiero seguir rescatándolo del peligro solamente porque él no sabe que es peligroso”.
Mientras Lucía pensaba en la actitud de Carlitos, se dio cuenta de que estaba haciendo exactamente lo mismo. No, ella no quería treparse por las repisas del librero, pero su padre le había dicho varias veces que no podía tener su propio teléfono celular como las otras niñas de la escuela. “Solo quiero estar en onda con mis amigas”, pensó Lucía, “pero tal vez papá sabe que es algo para lo que todavía no estoy lista. Tengo que recordar que Jesús quiere que yo obedezca a mi papá y confiar en que ambos saben lo que es mejor para mí”.
“Yo sé que este no ha sido un día divertido para ti, Carlitos”, le dijo a su hermanito, quien estaba en medio de un berrinche, “pero gracias por ayudarme a aprender que yo tampoco puedo tener siempre lo que quiero. ¡Solo espero que tú también puedas aprender lo mismo!”– DYLAN KRAAYENBRINK
CONFÍA EN QUE TUS PADRES SABEN LO QUE ES MEJOR
VERSÍCULO CLAVE: EFESIOS 6:1
HIJOS, OBEDEZCAN A SUS PADRES EN EL SEÑOR, PORQUE ESTO ES JUSTO.
¿Tú te enojas cuando tus padres no te dejan tener algo que deseas? A lo mejor estés molesto porque no puedes tener un teléfono inteligente, una nueva bicicleta o la ropa de última moda. Recuerda que Dios pone a los padres y madres en nuestras vidas para ayudarnos a crecer y para que aprendamos a obedecerle a Él. Por eso, debemos confiar en que ellos (y Dios) saben lo que es mejor para nosotros. Obedece a tus padres y confía en que Dios los está usando para ayudarte a crecer.
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