Limpiar las telarañas

“Limpia muy bien ese polvo”, ordenó la abuela de Darío.  “La otra sirvienta dejó telarañas en todos lados”.

Darío contuvo las lágrimas mientras pasaba las plumas del sacudidor por las fotografías y recuerdos de su abuela.  Cuando llegó a una caja que tenía una mariposa adentro, no pudo soportarlo más.  La tomó de la repisa y corrió al pasillo.

Su madre salió para encontrarlo aferrado al recuerdo, ahogando los sollozos.  “Oh, Darío”, expresó mientras lo abrazaba.  Ada, su enfermera favorita, pasó junto a ellos cuando se dirigía a la habitación de su abuela.

Darío levantó la mirada para ver el rostro de su mamá.  “¿Por qué tenemos que venir a visitarla si duele tanto?  Ni siquiera nos reconoce.  Quiero irme a mi casa”.

La madre sostuvo su quijada con sus manos.  “Sé que es difícil ver así a la abuela, sabiendo cómo era antes de tener Alzheimer.  ¿Te acuerdas de lo que siempre decía?  ‘Jesús nunca se dio por vencido conmigo, así que no puedo darme por vencida con nadie’.  Eso es lo que debemos hacer ahora.  Debemos seguir amándola y cuidándola, porque sabemos que Jesús tampoco se dará por vencido con ella”.  Mamá apuntó a la mariposa que estaba en la mano de Darío.  “Un día, Dios le dará un nuevo cuerpo, así como cuando una oruga se convierte en una bella mariposa… y la abuela volverá a ser ella misma otra vez”.

Ada salió de la habitación con la abuela de Darío.  “¿Ustedes vienen a cenar?  La señora Alvear me estaba contando que tiene invitados”.

Mientras Darío escoltaba a su abuela al comedor, ella notó la caja que tenía en la mano.  “Oh, una mariposa morfo azul.  Yo solía atrapar mariposas”.

“Lo sé, abuela.  Atrapamos juntos esta mariposa, ¿lo recuerdas?”  Ella miró al niño, confundida.

Después de la cena, cantaron himnos.  La abuela de Darío cantó cada palabra. Él la observó, sorprendido.  La anciana sonrió a su nieto y tomó su mano.  Él sonrió complacido y cantó en voz muy alta.

“Dame un beso enorme, hijito”, le dijo la abuela antes que se fueran.

“¡Sí me recuerda!”, exclamó Darío cuando salieron.

Mamá asintió.  “A veces se necesita una sacudida de la mano de Dios para limpiar las telarañas por un momento.  El amor, los viejos recuerdos y adorar juntos son recordatorios de lo que Él tiene guardado para nosotros cuando vivamos con Él para siempre”.  —  MARY WHITLOW

JESÚS ES MÁS GRANDE QUE LAS DECEPCIONES DE LA VIDA

VERSÍCULO CLAVE: 2 CORINTIOS 4:16 (PDT)

POR ESO, NO NOS DAMOS POR VENCIDOS. ES CIERTO QUE NUESTRO CUERPO SE ENVEJECE Y SE DEBILITA, PERO DENTRO DE NOSOTROS NUESTRO ESPÍRITU SE RENUEVA Y FORTALECE CADA DÍA.

¿Conoces a alguien que ya no sea como era antes?  Quizá envejeció o se enfermó y parece una persona diferente.  Es difícil ver cómo las personas que amamos cambian así, pero recuerda que Jesús es más fuerte.  Él nos promete restaurar los cuerpos de aquellos que confían en Él y que estará con nosotros mientras esperamos a que llegue ese día.  Confía en que Él te ayudará a no rendirte en el amor a otros, mientras esperas un futuro prometedor con Él.

Clave de Hoy
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