Corre, Mauro, corre
Mauro se bajó del autobús y empezó a caminar de regreso a su casa. Le acompañaban Zacarías y Gadiel, dos estudiantes de bachillerato que vivían en las granjas vecinas a la suya.
—Oye, Gadiel —dijo Zacarías mientras caminaban junto a un sembrío de sandías—. Tomemos un par de frutas.
—No lo sé —respondió Gadiel—. La última vez que tomamos una, el señor Jácome nos pilló y dijo que nos reportaría si lo volvíamos a hacer.
—Sí, pero estas son las pequeñas, las que llaman mini sandías o sandías personales —insistió Zacarías—. Son lo suficientemente pequeñas como para esconderlas en nuestras mochilas —él sonrió con picardía—. Mauro puede ser nuestro sapo. ¿Qué te parece, Mauro?
El niño vaciló.
—No… no puedo hacer eso. Sería tan culpable como ustedes.
—¡Para nada! Nosotros vamos a tomar las sandías —aseguró Zacarías—. Traeremos una para ti también. Incluso la pondré en tu mochila, ni siquiera tendrás que tocarla… ¡hasta que la comas, claro está!
«Esas sandías en verdad se ven deliciosas», pensó Mauro. Pero sabía que eso estaba mal… sería robar. Y, de repente, el niño tomó una decisión.
—No —declaró. Entonces se dio la vuelta y corrió.
Mauro no había avanzado mucho cuando un automóvil se detuvo junto a él. ¡Era su papá! Rápidamente se subió al carro.
—Te veías apurado por llegar a la casa —comentó su padre.
—No, en realidad, no —contestó Mauro—. Estaba huyendo de una sandía.
—Qué interesante —señaló papá—. Nunca había visto que una sandía persiguiera a nadie.
Mauro le contó toda la historia.
—Por unos instantes, en realidad me sentí tentado a hacerlo. Pero sabía que estaba mal, así que corrí.
—¡Muy bien, hijo! —le felicitó su padre—. Si te quedas cerca de la tentación, puede que simplemente cedas. Es mejor correr. Y también estás en buena compañía. El apóstol Pablo le dijo a Timoteo que huyera de algo, ¡dos veces! En una de ellas, le advirtió sobre el amor al dinero. En otra ocasión, le dijo a Timoteo que huyera «de las pasiones juveniles», o sea, de los malos deseos, y le animó a que buscara la justicia, la fe, el amor y la paz, es decir, los buenos deseos que nos da el Espíritu Santo. Debido a que Él vive en los que confiamos en Jesús, siempre podemos resistir la tentación y elegir lo que es bueno. Así que hiciste exactamente lo correcto —papá apuntó al asiento de atrás—. Ahora mira lo que acabo de traer de la tienda.
Mauro se dio la vuelta.
—¡Una sandía! —gritó con emoción.
VERA M. HUTCHCROFT
CORRE DE LA TENTACIÓN
VERSÍCULO CLAVE: 2 TIMOTEO 2:22
HUYE, PUES, DE LAS PASIONES JUVENILES Y SIGUE LA JUSTICIA, LA FE, EL AMOR Y LA PAZ.
¿Qué haces cuando te sientes tetado a hacer algo malo? ¿Tratas de pensar en todas las razones por las que podría estar bien que lo hagas solo una vez? ¡No te engañes! Si es algo malo, nunca estará bien… ni siquiera una vez. Cuando sientas la tentación, recuerda que le perteneces a Jesús y que el Espíritu Santo te da la fuerza para hacer lo correcto. Luego corre, aléjate de la situación en la que estás siendo tentado.