Un globo para Tito

“¿Podemos ir por globos, mamá?”, preguntó Julián cuando entraron a la ferretería.  Era la gran apertura de la tienda y un hombre estaba inflando globos de helio en la entrada para dárselos a los niños.

“Claro que sí”, contestó su madre.  “¿Por qué no llevas a Tito allá mientras veo estas flores?”

Julián tomó el cochecito de manos de su mamá y empujó a su hermanito de dos años hacia donde estaba el hombre con los globos.  “¿Nos podría dar globos para mí y para mi hermanito, por favor?”, pidió.

“Por supuesto que sí”, respondió el hombre.  “¿Cuál es tu color favorito?”

“Azul”, contestó Julián sin vacilar.

El hombre infló un globo azul y se lo entregó a Julián.  “¿Y qué color te gustaría, jovencito?”, le preguntó a Tito.

“¡Gobo yo!  ¡Gobo yo!”, gritó Tito, saltando en su asiento.

“Bueno, espero que no pierdas rápido el globo”, comentó el hombre mientras elegía un globo verde y se lo entregaba a Tito.

Tito lo rechazó.  “¡No!  ¡Gobo yo!”, insistió.  “¡Quelo gobo yo!”

Julián rio ante la mirada confusa del señor.  “Dice que quiere un globo amarillo”, explicó.

Con una sonrisa, el hombre infló un globo amarillo.  “Espero que valores a tu hermano, pequeñín”, señaló mientras se lo entregaba a Tito.  “Él sabe muy bien cómo interpretar lo que dices”.

Cuando Julián llevó a Tito donde estaba mamá, muy orgulloso le mostró su globo amarillo y Julián explicó cómo lo consiguieron.  Su madre sonrió y acarició el cabello de Tito.  “Qué bueno que tu hermano puede entenderte”, afirmó. 

Tito jugó con su globo mientras avanzaban por los pasillos de la ferretería.  “¿Sabes?”, dijo mamá, “estaba pensando que todos nos parecemos un poquito a Tito”.  Ella sonrió cuando Julián la miró con curiosidad.  “Él necesitaba ayuda para hablar y tú pudiste apoyarlo.  A veces todos los cristianos necesitamos esa clase de ayuda cuando oramos.  No siempre sabemos qué decir ni qué pedirle a Dios, pero Jesús nos ha dado el Espíritu Santo para ayudarnos.  Él hace que nuestras peticiones sean claras y correctas delante de Dios”.

“Estoy agradecido por eso”, aseguró Julián mientras chocaba juguetonamente su globo azul con el amarillo de Tito.  “¡Eso me anima a seguir orando!”  —  HAZEL W. MARETT

EL ESPÍRITU SANTO TE AYUDA A ORAR

VERSÍCULO CLAVE: ROMANOS 8:26  (PDT)

CUANDO NO SABEMOS QUÉ PEDIRLE A DIOS, EL ESPÍRITU MISMO LE PIDE A DIOS POR NOSOTROS.

¿Sientes que no sabes cómo orar?  ¿Te cuesta decirle a Dios lo que necesitas o cómo te sientes?  Cuando tengas problemas para encontrar las palabras correctas, el Espíritu Santo toma tus oraciones y las hace perfectas.  Así que no te preocupes cuando te cueste orar.  Dios oye tus oraciones y te dará exactamente lo que necesitas.

Clave de Hoy
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