¿Quién es tu jefe?

—¡No es justo! —exclamó Eliseo mientras entraba en el apartamento de su abuela—.  Esta mañana me enojé con mi mamá y le grité, y ahora estoy castigado.  Pero mi papá le grita todo el tiempo, ¡y nadie lo castiga!

El niño se dejó caer en una silla, frente a una taza de chocolate caliente que estaba sobre la mesa.  La abuela se sentó junto a él.

—Sé cómo te sientes —aseguró—.  Cuando yo era niña, me mandaban a mi habitación por hacer cosas que a mis hermanos sí les permitían hacer.  Me sentía enojada porque no era justo.  En nuestra calla había una construcción y yo podía oír a tres albañiles que conversaban debajo de mi ventana.  Dos de ellos estaban sentados en la sombra y el tercero estaba trabajando.  Los dos que estaban en la sombra estaban tratando de convencerle al tercero que se uniera a ellos.  «¿A quién le importa si ya tomamos nuestro descanso?», decían.  «El jefe no vendrá hoy».  Pero el tercer trabajador se negó.  «Al jefe no le gustaría si yo no hiciera el trabajo para el que me pagan».  Los otros dos obreros rieron.  «¡El jefe no está!  Se fue temprano del trabajo, entonces, ¿por qué no hacemos nosotros lo mismo?»  El tercer trabajador sonrió y dijo: «No estoy hablando de ese jefe».

Eliseo tomó un sorbo de chocolate caliente.

—El tercer albañil estaba hablando de Dios, ¿verdad?

—Creo que sí —afirmó la abuela—.  Aunque su jefe no fue un buen ejemplo para sus obreros, ese hombre recordó que en realidad él estaba sirviendo al Señor.  Me recordó que yo también servía al Señor y que lo había hecho estaba mal, aun si mis hermanos se salían con la suya al hacer lo mismo.

Eliseo suspiró.

—Sé que estuvo mal haberle gritado a mi mamá, aunque mi papá también lo haga.

Su abuela asintió.

—Tu papá lucha con varias cosas, Eliseo.  En lugar de verlo cono tu ejemplo, sigue el ejemplo de Jesús.  Así también le darás un buen ejemplo a tu padre y seguiremos orando para que él conozca a Jesús como su Salvador.  Cuando las cosas nos parezcan injustas, debemos recordar que todos merecíamos ser castigados por nuestros pecados, pero Jesús tomó sobre Sí mismo ese castigo, para que podamos tener vida eterna.

Eliseo asintió.

—Le pediré perdón a mi mamá cuando llegue a casa.

CAROLYN E. YOST

LOS CRISTIANOS SERVIMOS A JESÚS

VERSÍCULO CLAVE: COLOSENSES 3:24

ES A CRISTO EL SEÑOR A QUIEN SIRVEN.

¿Sientes enojo cuando otras personas se salen con la suya con algo por lo que tú sí afrontas consecuencias?  Tal vez te parece injusto, especialmente cuando es alguien a quien respetas, como uno de tus padres, un maestro u otro adulto.  No sigas su ejemplo de hacer cosas malas.  Recuerda que Jesús tomó el castigo por todos nuestros pecados y que un día Él arreglará todo lo que está mal. Sirve al Señor y sigue Su ejemplo.

Clave de Hoy
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