Por tu propio bien (Parte 2)

 “Muy bien, Leonardo.  Ya llegó tu taxi”, anunció la enfermera con una sonrisa, mientras ubicaba una silla de ruedas junto a su cama.  Leonardo sonrió y ella le ayudó a subirse en la silla para luego empujarlo hacia la puerta, donde su madre esperaba con el automóvil.

Después de un par de días en el hospital con una pierna rota, a Leonardo le alegró volver a casa, pero todavía se sentía muy incómodo.  En poco tiempo descubrió que no era posible utilizar pantalones de jean sobre su enorme yeso.  Tenía que usar pantalones de ejercicio.  Y tenía que aprender cómo caminar con muletas, cómo subir y bajar las gradas, cómo pasar por las puertas, y entrar y salir del automóvil.  Aprendió rápidamente, pero le dolía mucho su pierna.

Un día, mientras Leonardo miraba a sus amigos jugar baloncesto, comenzó a sentir autocompasión.  “Odio tener una pierna rota”, exclamó.  “No sé por qué Dios hizo que esto pase”.

“Dios no hizo que pase, pero lo permitió”, respondió su madre.  “Él lo permitió por tu bien, a pesar de que ahora no puedas verlo”.

“No, no lo puedo ver”, se quejó Leonardo.  “Estoy harto de usar muletas, ¡y al final del día este yeso pesa tanto!”

“Tu yeso te pesa, ¿verdad?  Evita que salgas y te diviertas con tus amigos”.

“Exactamente”, dijo Leonardo con un suspiro.

“Me recuerda del pecado en la vida cristiana”, explicó mamá.  “El pecado también nos pesa y evita que disfrutemos las cosas que Dios tiene planeadas para nosotros”.

“¿El pecado?”, preguntó Leonardo.  “¿Qué clase de pecado?”

“Cualquier clase”, contestó su madre.  “La impaciencia, por ejemplo.  O la desobediencia”.

Leonardo frunció el ceño.  “Como hacer las cosas por mi cuenta, en lugar de hacer caso a las advertencias, supongo.  Eso fue lo que me metió en todos estos problemas”.

Mamá asintió.  “Vas a tener que esperar un tiempo antes de poder deshacerte del peso del yeso, pero no tienes que cargar con el peso del pecado.  Confiésalo a Jesús y acepta Su perdón; luego confía en que Él te ayudará a hacer mejor las cosas”.  La madre sonrió a su hijo.  “Tengo la sensación de que en poco tiempo podrás ver que, en verdad, todo esto es por tu bien”.  JAN L. HANSEN

APÁRTATE DEL PECADO

VERSÍCULO CLAVE: HEBREOS 12:1

DESPOJÉMONOS TAMBIÉN DE TODO PESO Y DEL PECADO QUE TAN FÁCILMENTE NOS ENVUELVE.

¿Puedes pensar en algún pecado en tu vida que te esté pesando?  ¿Estás dispuesto a confesarle ese pecado a Jesús?  Cuando hagas algo malo, cuéntaselo a Jesús y recuerda que Él te ama y ya te ha liberado del pecado.  Confía en que Él usará tus errores para enseñarte a hacer lo que es correcto.

Clave de Hoy
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