La mermelada dañada

El estómago de Estela hizo un ruido mientras la niña tomaba la mantequilla de maní de la alacena y el nuevo frasco de mermelada del refrigerador.

Su madre puso pan en dos platos y le pasó un cuchillo de untar.

“¡Tengo tanta hambre que podría comerme un rinoceronte!”, comentó Estela, destapando la tapa del frasco de mermelada.  La niña metió el cuchillo en la mitad y se detuvo.  “¡Mamá!”, exclamó.  “¡Algo pasa con esta mermelada!  Tiene pelusitas y está verde en la mitad”.

Mamá tomó el frasco y lo miró de cerca.  “Tienes razón, hija.  Está mala”.

“Pero ¿no es el nuevo frasco que compraste ayer?”, preguntó Estela.

“Sí”, contestó su madre, observándolo con cuidado.  “Pero por afuera no me di cuenta de que estuviera dañada la mermelada”.

Estela miró también al frasco.  Desde afuera, la mermelada se veía bien.

“¿Sabes en qué me hace pensar esta situación?”, preguntó mamá.

Estela dijo que no con la cabeza, decepcionada porque no tendría mermelada en su sándwich de mantequilla de maní.

“Este frasco de mermelada es igual que nuestros corazones sin Jesús”.  Mamá dio vueltas al frasco, lentamente.  “Todo se mira bien desde afuera, pero cuando vemos adentro, la decadencia mohosa del pecado nos carcome por dentro.  Dios ve dentro de nuestros corazones y conoce el pecado que se esconde ahí.  Esa es la razón por la que envió a Su Hijo, Jesús, para morir en la cruz por nuestro pecado.  Cuando ponemos nuestra confianza en Él…”  La madre volvió a poner la tapa en el frasco y la apretó con fuerza.  “Su sangre cubre nuestros pecados y nuestros corazones son hechos nuevos”.

La madre sacó una bolsa.  “Tendré que llevar este frasco mohoso de mermelada a la tienda para cambiarlo por uno nuevo.  Y cuando ponemos nuestra fe en Jesús, Dios cambia nuestros corazones pecaminosos y mohosos por unos nuevos”.

Estela pensó en cómo había escondido sus juguetes bajo la cama esa mañana y luego mintió cuando su mamá le preguntó si los había guardado.  La niña se imaginó en cómo esa mentira crecía como las pelusas verdes en el frasco y sabía que tenía pecado en su corazón.  “Mamá, ¿puedo orar ahora y pedirle a Jesús que cambie mi corazón por uno nuevo?  Nunca lo había hecho antes”.

La madre sonrió.  “¡Claro que sí!  ¡Y ni siquiera tienes que ir a la tienda para hacerlo!”  – KELLY HOLLMAN

JESÚS NOS LIMPIA DEL PECADO

VERSÍCULO CLAVE: 1 JUAN 1:9

SI CONFESAMOS NUESTROS PECADOS, ÉL ES FIEL Y JUSTO PARA PERDONARNOS LOS PECADOS Y PARA LIMPIARNOS DE TODA MALDAD.

¿Crees que eres una buena persona?  ¿Tratas de hacer lo correcto, como obedecer a tus padres, demostrar amor y amabilidad a otros?  Incluso si hicieras tu mejor esfuerzo e incluso si tuvieras éxito la mayoría de las veces, tu corazón es como ese mohoso frasco de mermelada.  Todos tenemos pecado en nuestros corazones, y solo Jesús puede limpiarnos.  Pon tu fe en Él.  (Haz clic aquí para que conozcas acerca de las Buenas Nuevas que Dios tiene para ti).

Clave de Hoy
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