Cuando vienen las tormentas

Melania miró por la ventana de su habitación cómo la lluvia golpeaba contra el vidrio.  Los truenos retumbaban y los relámpagos brillaban, mientras las lágrimas corrían por sus mejillas.  “¿Por qué, Dios?”, susurró.  “¿Por qué tuvo que morirse mi hermanito?”  La tormenta se veía enfadada y triste, al igual que el corazón de Melania.

Unos brazos la rodearon y Melania levantó la mirada para ver el rostro cansado de su mamá, humedecido por las lágrimas.  La niña se apoyó en su madre y lloraron juntas.  Después de unos minutos, Melania suspiró, temblorosa, y preguntó: “No entiendo.  Yo sé que Dios es lo suficientemente poderoso como para evitar que Miqueas muriera, entonces, ¿por qué no lo hizo?”

Mamá movió su cabeza, acongojada.  “Me gustaría tener una respuesta para ti, hija, pero no la tengo”.

“¡Siento que mi corazón jamás volverá a ser el mismo!”

“Yo me siento igual, Melania”, admitió su madre.  “Y, ¿sabes?, está bien sentir enojo y tristeza”.

Melania volteó su cabeza para ver a su mamá a los ojos.  “¿En serio?”

Mamá tomó la Biblia que estaba en el velador de la niña.  “¿Sabías que Dios guarda un registro de las veces que estamos tristes?”  La madre abrió la Biblia y señaló el Salmo 56:8: “‘Pon mis lágrimas en tu redoma; ¿acaso no están en tu libro?’”

Melania sacó su resaltador rosado y lo marcó.  “Recuerdo lo que el pastor leyó en el funeral de Miqueas.  ‘Cercano está el Señor a los quebrantados de corazón, y salva a los abatidos de espíritu’.  Supongo que también está en los Salmos”.

La madre asintió.  “Salmo 34:18.  Los salmos son cantos de dolor y de gozo.  Dios desea que clamemos a Él, sin importar lo que estemos pasando o cómo nos sintamos.  Él no nos dará la espalda, nos consolará.  A veces, cuando estoy demasiado triste o enojada para orar, abro los Salmos y eso me ayuda a orar.  Me recuerdan que no estoy sola.  Dios siempre estuvo con David y con los demás salmistas, y también está con nosotros”.  Mamá abrazó a Melania.  “Un día Jesús limpiará cada lágrima de nuestros ojos.  Ya no habrá más muerte, lágrimas o dolor”.

La niña sonrió de oreja a oreja.  “¡Ese día volveremos a ver a Miqueas!  Estoy ansiosa por darle un gran abrazo”.

Los ojos de mamá brillaron.  “Yo también”.  – SAVANNAH COLEMAN

LA MUERTE NO ES EL FIN

VERSÍCULO CLAVE: SALMO 10:14

TÚ LO HAS VISTO, PORQUE HAS CONTEMPLADO LA MALICIA Y EL MALTRATO, PARA HACER JUSTICIA CON TU MANO.

¿Has perdido a algún ser querido?  Está bien que hagas preguntas a Dios y que sientas enojo o tristeza.  Jesús quiere que le entreguemos todos nuestros sentimientos y nuestras lágrimas.  Él es nuestra esperanza y nuestro consuelo.  Debido a que Él murió para darnos vida eterna, sabemos que la vida en esta tierra no es el fin.  Cuando le

Clave de Hoy
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