Endereza tu corona

Sara se sentó en una banca junto a la cerca, con su cabeza baja y sus brazos cruzados.  Natasha corrió por ahí, persiguiendo una pelota de fútbol.  La niña se detuvo cuando vio a su amiga.  “¿Qué pasó, Sara?”

“Amanda y Cristina me estaban molestando otra vez.  No importa lo que haga con mi cabello o qué ropa me ponga, siempre se ríen y me dicen que no tengo buen gusto en la moda”.  Sara se hundió más en la banca.

Natasha puso sus manos en las caderas.  “Chica, tienes que enderezar tu corona”.

Sara estiró los brazos y dio palmaditas en su cabello castaño.  “¿De qué estás hablando?  No hay nada en mi cabeza, solo cabellos despeinados.  No tengo una corona”.

“¡Claro que sí!”  Natasha hizo sus hombros para atrás y levantó su cabeza.  “Somos princesas.  Cada vez que tengo una mala actitud o cuando me siento triste, mi mamá siempre me dice que enderece mi corona”.

“Pero mi papá es mecánico y el tuyo es un banquero.  No somos de la realeza”.

“¡Sí somos!  Tenemos el mismo Padre celestial porque confiamos en Jesús.  Él es el Rey de reyes y Señor de señores.  Por eso, no tienes motivo para sentirte avergonzada.  Además, me encanta tu cabello y tu forma de vestir”.

Sara se puso de pie y levantó la quijada.  Planchó su falta con las manos, se estiró el chaleco y fingió ponerse una corona en su cabeza.  Luego estiró la mano hacia su amiga.  “¿Podemos jugar fútbol o eso es demasiado indigno de las hijas de un Rey?”

Natasha tomó la pelota: “Oh, no.  Las princesas sí juegan fútbol”.

Las dos niñas llegaron al campo de fútbol, riendo.  Pasaron el resto de receso jugando con sus amigos.  Sara se cayó una vez por tratar de atajar la pelota. 

De camino al aula, Cristina y Amanda rieron disimuladamente por las manchas de hierba en las rodillas de Sara.  Por un momento, Sara comenzó a languidecer.  Luego se paró recta y acomodó su corona.

“¿Qué estás haciendo?”, preguntó Amanda.  “No tienes nada en tu cabeza”.

“Sí tengo.  Es mi corona, solo que no puedes verla”.  Viendo la confusión de la niña, agregó: “Soy una princesa porque soy hija del Rey de reyes.  Si quieres, puedo contarte cómo puedes ser también una princesa”.  MARY WHITLOW

ERES UN HIJO DEL REY

VERSÍCULO CLAVE: 1 PEDRO 2:9

PERO USTEDES SON LINAJE ESCOGIDO, REAL SACERDOCIO… A FIN DE QUE ANUNCIEN LAS VIRTUDES DE AQUÉL QUE LOS LLAMÓ DE LAS TINIEBLAS A SU LUZ ADMIRABLE.  

¿Alguna vez permites que otras personas te desanimen?  En ocasiones solo necesitamos un ajuste en la actitud.  Todo comienza cuando recuerdas quién eres.  Jesús murió por ti para que puedas ser parte de la familia de Dios.  Él es el Rey de reyes y eso te convierte en una princesa o un príncipe.  Así que usa tu corona con orgullo, y cuéntales a otros cómo pueden ser también miembros de la realeza

Clave de Hoy
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